- Lo literario, según mi percepción de las cosas, es todo aquello capaz de establecerse como puente lingüístico-idiomático desde sus ideogramas o tipografías, ya sean estas reconocibles o nuevas; tradicionales o inaugurales, bidimensionales o más, tendientes tales partes elementales a la manifestación de un esplendor ni tipificable, ni priorizable a priori o a posteriori, por cuanto la potencial belleza artística literaria, ejemplar o no, radica precisamente en el contexto que inaugura a partir de su lectura, sin la necesidad de que tal instancia porte requisitos previos a título de molde, norma, gusto, reglamento, área, tema, estilo, escuela, preferencia, afinidad, éxito editorial, sentido, espiritualidad, popularidad, pragmatismo o ecuanimidad integral.
- Lo literario es unidimensional; lo literario se juega todo su potencial provocador, evocador, constructor y detonador a partir de su evocador sonido, su evocadora gráfica y su evocador significado/idea. Una cosa es el efecto en el lector, pero otra cosa muy distinta es la manera de leer, que siempre es unidimensional, del mismo modo en que se escribe; una letra a la vez, una palabra a la vez, una idea a la vez, un sentido a la vez.
La paradoja es el logro inverso, capaz de convertir a lo literario en algo infinitamente portador de sentidos múltiples, inagotables e infinitamente provocadores y/o detonadores de acción.
- La clave de lo literario está en la alternada dosificación de su parte "musical", su parte "gráfica" y su parte "semántica" o "de las ideas"; nada en literatura es o sólo significado, o sólo gráfica o sólo música; lo literario, visto de esta artificial manera es la habilidosa combinación textual de la música, la gráfica y el significado/idea intrínsecamente atrapados en una fórmula textual cuya producción o reproducción es siempre unidimensional, espacio temporalmente hablando.
- Oído, Ojo y cerebro a la vez, capaces de atrapar al cuerpo entero en experiencias todo lo universales o parciales que se quiera.
Ejemplo de parcialidad; un signo PARE.
Ejemplo de universalidad; Barco Ebrio.
Para disfrutar la mayor amplitud de lo literario hay que dejar de lado cualquier expectativa a priori para aprehender una lectura con todo el cuerpo pero siempre desde el ojo, el oído y el cerebro asociados.
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