No es el paisaje, es quien lo contempla. Bueno, sí es el paisaje pero también es quien lo contempla y, en verdad, aparte del paisaje y de quien lo contempla está el ordenamiento de lo primero y la resonancia de aquella armonía en su testigo. Entonces, no obstante la garantizada supremacía de cualquier circunstancia, podrá la voluntad detonar la belleza en cualquier momento y lugar, además, puesto en otra perspectiva, todos pueden acceder a su propia y constructiva plenitud no obstante su condición y acontecimientos. En fin, a veces es el objeto, pero otras veces es el sujeto. Y otras veces son ambos y, algunas veces no es ninguno de los dos. Sí, a veces no hay vínculo, cosa que a aquella omnipresente abstracción vinculante podría no serle de interés, y aquí surgirán quienes digan que, cuando ni sujeto, ni objeto despliegan sus vínculos acontece La Nada más absoluta.
¿Cree usted que, al no existir vínculos entre objetos o entre sujetos o entre los primeros y los segundos se detona toda ausencia posible?. Si así fuera habrían muchas implicancias, inclusive teológicas. Pero vamos, a fin de cuentas no es más que mí simple y soberana especie de opinión bastante preliminar, acerca de todo este aparentemente prescindible asunto.
[Libre Experimentación Artística desde la Escritura] + [Pensamiento Creativo] + [Filosofía]
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domingo, 24 de abril de 2016
NO ERES TU, SOY YO. PERO, EN VERDAD, ERES TU Y YO NO O, QUIZÁS, NO SEA NINGUNO DE LOS DOS
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Autor:
Sergio Meza C.
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9:35 a.m.


jueves, 28 de julio de 2011
[Sol Olivares Gabarró] "Paisaje de cerros y puerto de Valparaíso"
[©SmcArq] La cosa es simple; hay muchos paisajes entregados a su bonitura, que no componen nada sino la constatación de la distancia y su reunión simplemente afortunada. En este caso hay una intención clara, que establece vectores nítidos a partir de las intrínsecas fugas volumétricas, permitiendo que se configure un amarre dinámico de las partes, que atrapan la mirada y la dejan en un recorrido permanente.
Esto es lo que personalmente llamo un buen paisaje, no las otras cosas, donde cuando mucho cuentas "1+1=2", osea "La Tierra y El Mar dan una vista placentera".
_____________________
Ahora vean otra fotografía, lograda con un leve giro, hacia otro lugar de Valparaíso; el resultado es completamente distinto, donde se ve la capacidad evidente de construir cada vez una composición de acuerdo a lo que se tiene en frente:
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Análisis Gráfico Vectorial |
Esto es lo que personalmente llamo un buen paisaje, no las otras cosas, donde cuando mucho cuentas "1+1=2", osea "La Tierra y El Mar dan una vista placentera".
_____________________
Ahora vean otra fotografía, lograda con un leve giro, hacia otro lugar de Valparaíso; el resultado es completamente distinto, donde se ve la capacidad evidente de construir cada vez una composición de acuerdo a lo que se tiene en frente:
En este caso se produce una sucesión de planos estricta, donde se pueden apreciar por lo menos 5, lo que contrapuntea con las dimensiones y multitud de embarcaciones en el puerto, donde no se sabe cual es más grande, si la que está más lejos o la que está más cerca.
Tal contraste hace entrar a estos planos en conflicto con la percpeción directa, estableciendo una especie de mirada paradojal, que termina aprehendiendo con un dinamismo completamente distinto al anterior caso, tan ligado a este.
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Perplejidad en el desconocimiento de la proporción de las cosas en su contexto |
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Desaparecimiento de las proporciones; manifestación del plano absoluto; anulación de la perspectiva. |
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Sergio Meza C.
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9:23 a.m.


viernes, 10 de junio de 2011
Comentarios obvios acerca de un paisaje de Kandinsky, visto como el sustrato de futuros esplendores trascendentes y esperanzadores
[©SmcArq] Vamos a estar de acuerdo en que esta pintura, que según entiendo es anterior al descubrimiento que Wassily Kandinsky hiciera de la pintura abstracta, es profética, en el sentido de que las partes típicas constitutivas de lo que posteriormente fueran sus propuestas "no figurativas" están subyacente o evidentemente presentes como partes de atributos de arquetipos reconocibles.
La montaña es un triángulo isósceles, por ejemplo, y muchos otros elementos quieren ser en sí, como potentes aspectos de un cromatismo que tiende a despegarse de su fenomenológica correspondencia con la realidad.
El descubrimiento que se le atribuye de la pintura abstracta, realizada con la actitud adecuada de "no-figuratividad" se corresponde con este cuadro; en él hay goce cromático, más allá de cualquier atadura a un lugar que perfectamente podría no haber existido nunca.
Desde el impresionismo más radical toma el testimonio y ejecuta el gozo perfecto, capaz de predecir (y bueno, ahora cualquiera puede decirlo) el futuro liberado de toda fidelidad a la figura, sea cual fuere su origen "real".
Pienso en el momento que este artista describe como aquel cuando descubriera a "la abstracción en la pintura" y me conmuevo, así como esperando que alguna vez pudiera ver más allá de mi camino para leer las profecías que este anuncia, así como para cualquiera, en su trabajo debiera estar augurado un esplendor trascendente.
Salirse de la propia senda y ver más allá espacio-temporalmente es algo que en Kandinsky resulta tan efectivo, tan poderoso, tan asertivo y tan pleno de variabilidad inaugural, que no me queda más que entregarme a una meditación similarmente distendida, guardando las distancias claro esta, para ver si dejo de ver , y así logro trascender lo visto, como encarnación de una posibilidad futura acometible, y sobria en medios y resultados, pues todo tránsito está ahí, en la simple pasantía de un gesto que se hace otro y no cualquiera, a los ojos preparados de quien espera la llegada asentada de un camino y de una entrega.
"Kandisnky..." - me digo - "...el camino está descrito en Kandisnky", con tal capacidad de dejar incluso de verlo, para ser aquella impronta desde los propios pasos perdidos, y no ser como nadie, ni siquiera como uno mismo, y así trascender, ya lo dije, todo acontecer deducible. Tal creatividad espero, repitiéndome cada cierto tiempo como un mantra; "Kandinsky", "Duchamp", "Víctor Jara", "Jimi Hendrix", "Juan Sebastián Bach", "Heidegger", "Descartes", "Leonardo", "Miguel Ángel", queriendo siempre mirar hacia arriba, para aprender de gigantes, y no arrastrame entre mis iguales, que para esto último tengo a mi vida, plagada de convencionalismos, de los cuales en textos como estos, no deseo hacerme cargo.
¡Es demasiada la rutina de querer siempre entender lo que tenemos ante nosotros!, sin darse al juego liberador de la sustancia despegada de toda atadura coherente; lo siguiente podría ser lo nuevo, así que esperanzado me retiro, que siempre hay que mirar hacia adelante aunque, en el camino tengamos que alimentarnos de lo inverso.
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Entrada publicada originalmente a las
5:19 p.m.


lunes, 16 de noviembre de 2009
Van Gogh 2; “Paisaje Montañoso Detrás del Hospital Saint-Paul”
[©SmcArq] Podremos decir innumerables cosas en relación a esta pintura; en parte dibujada, en parte acariciada, en parte recogida como luz de formas confundidas. Pero hay algo que sobrecoge, y lamento que tantos vean tantas cosas en este pintor, y en esta pintura, y no sepan qué es, y no sepan decir qué es, y no sepan cómo decir qué cosa es aquello que se reúne o se disgrega en múltiples atributos sensibles; y se queden, también, en la miseria del “incomprendido genio de la pintura moderna que se cortó una oreja” e intercambiaba cartas con su hermano; y contraste la pena con el color, y les apene un color que es éxtasis, acaso albergado en la mente enajenada más impropia, incapaz de atraer a persona alguna, hasta que llegara el suicidio. Y compadecen la comprensión de una majestad pictórica dicha hasta el cansancio. Y así tocan su toga de talento, y sienten que algo de aquella capacidad se les traspasa.
Muchos ven a Van Gogh como el portador de una lente y una mirada que es preciso secuestrar para sí.
Hagamos un ejercicio relativamente objetivo; miren las nubes solamente ( o "La Nube", si prefieren) ; ella(s) se precipitan; ellas se hacen una sinuosa forma concreta y flotante; ellas se hacen materia vital de levitante dicha y dignidad.
No puedo dejar de pensar en Hokusai cuando veo a este holandés dibujar la luz que pinta su fulgor y su forma. La nube de este cuadro casi se toca con la Ola del famoso cuadro.
Pero nada de esto es concluyente. Revisen lo que dije en este texto; primero invito, después desafío, acaso torpemente, luego merodeo la divagación, pero nada se torna majestuoso en mis palabras. Van Gogh (ahí vamos) potencia la distancia del color y de la forma que nutre una suerte de albor y actitud, vertida a su aprehensión del mundo y volcada a la campiña montañosa. De cerca se establece el latido de la hierba y la vegetación agreste hecha rizo y moldeada turgencia de un viento que agrega y congrega. A lo lejos, ya vencida la pormenorizada latencia aludida, se establece el portentoso abrazo de la divinidad sobrevenida como éxtasis de un cumulonimbo portentoso, y tal portento es manto y velo, es sangre y volátil arrebol gigante de un mundo establecido en aquella suerte de nube y grisáceo doblez de sí misma, para ser lo que uno amansa en el ojo destemplado. La nube alberga la expectativa de un derrumbe natural hecho atronadura aplacada de un viento moldeado en tamaño e inmensidad capaz de sobrepasar al hombre; y como hombre y pintor se nutre tal proclamación de inmensidad, algo lúdica, algo infantil, algo franca y algo figurativa; no puede haber sino manifiesto y creencia en tal atrevimiento.
Me parece demasiado claro en esta obra que las partes son la sugerencia metafórica de otro trascendente aspecto que el pintor sufrió en el potencial éxtasis que pudiera haber sentido o merodeado al estarse ante este paisaje. Y claro, sería de mejor gusto hoy por hoy hablar de las partes abstractas del cuadro, y del ordenamiento de ellas, transferible a otras obras, pero me temo que en este pintor cada orden es cada vez.
El Canaletto hacía del registro fiel y subyugado un latido leve de vida y humano logro (esto es un extremo), Hokusai tomaba a la ola como si ella fuera el estertor de un poder aprisionado en la tela (o el papel); congelada ella era garra de tropel y rasgo inminente (y este es otro extremo). Así Van Gogh toma al mundo y lo nutre de “anima” y refulgente trance de evento, como testimonio de un paso majestuoso de nube que “anuba” en un mundo montañoso, agitado por el pormenor (ya lo dijimos) de un leve viento que crispa una minuciosa yerba y vegetación determinadamente cercana.
Dios está en las nubes; en la ladera hormiguea el hombre. Entre ellos no hay sino diferencia de escala y distancia; ambos se separan en su elegante presencia natural, montañas de por medio. Pero tal separación es jerarquizada; Dios en las alturas, el hombre en las pasturas; El hombre aquí, Dios allá, arriba; entre ellos un mundo establecido como manto extendido en un orden y una dicha casi palpable.
Metafóricamente estamos ante un manifiesto más de la capacidad de contemplación de un alma solitaria ante tales poderes de discreta unidad.
En distintas escalas mora el hombre y su Dios, desde su trance de presencia arrolladora; “quédate ante mí, y detenta tu conciencia subyugada a mi poder”.
Tanta cosa es posible decir de este cuadro; Van Gogh es un testigo de un evento que subjetivamente surge de la vista que otros tendrían ante un paisaje que desdobla su teología de mundo por y para el hombre desde y solo desde cuando Vincent toma la nube y la asemeja a la divinidad, para suerte y presencia de un hombre-hierba arremolinado en su terrenal cercanía y discreción.
Termino; la genialidad de esta obra está en su controlado modo de decir lo que he descrito con estertores de caricia y “maravillamiento”; Vincent vió el orden sobrenatural de las cosas al pintar; Vincent hizo de esta obra pictórica un acta de meditación, donde queda manifiesta la manera de pintar y al pintar obrar, según lo visto que es seña de divinidad y ordenamiento del hombre sobre el mundo que habita.
Tal tesis propongo…
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Sergio Meza C.
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11:02 a.m.


miércoles, 1 de julio de 2009
Arrobamiento por el Paisaje
[Un intento de intelectualizar lo impresionante de alguno de ellos]
[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 28 de Noviembre de 2005]
Cerebralmente el hombre requiere
la medida de ver la ley en lo discreto;
transgredir en el fondo las cosas;
que de cerca se ven
y de lejos se conectan.
El paisaje lejano de la comarca
es un símbolo
y ante él la mente se desencadena
en intelecto y en estética vibrante
He ahí la madre del cordero
[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 28 de Noviembre de 2005]
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Dinamarca; Origen de la fotografía |
Se extiende siempre de modo amplio y muestra naturalidad, dentro de ese ordenamiento que adoptan las cosas a lo lejos; no importa el aparente caos que la jungla contenga al llegar a colgajos al océano crispado, por sobre un acantilado rocoso, mientras unas gaviotas aleteando esperan el abandono de peces en las rompientes, tras de esto unas nubes aborregadas desatan un ritmo acorde al desorden de las cosas que fluyen; una pequeña cascada resbala por la vertical, así este ejemplo, pero como lo vemos como paisaje, siempre se ordena acorde la línea del horizonte, y sobre ella el cielo y bajo ella la tierra. Aunque remonte la foresta por sobre este horizonte distinguible, el orden es Absoluto; luego un paisaje es un libro abierto del mundo, ante el cual es posible entender las cosas dispuestas según la mano de la ley de la naturaleza.Pero si lo que vemos es un paisaje desolado; por ejemplo, ya que ando impresionado por esto, desde una torre de observación, 6 meses después del 21 de febrero de 1916 en la campiña de Verdún, ¿qué veré?. Pues veré un campo desbrozado por las explosiones, cadáveres, humaredas, vehículos abandonados a medio destruir; y algo similar veré después de un incendio forestal espontáneo en un bosque nativo.Entonces cual es la diferencia; la diferencia está en la explosión de complejidades convergentes que las cosas adoptan en un fondo simple de arriba y debajo de la tierra y del universo respectivamente. Pero inclusive en el desierto, las arenas se peinan por la acción del viento, y esa ley es general inclusive en las explanadas más vastas y blanquecinas de los desiertos de Arabia. Entonces la complejidad no es tal en los paisajes del desierto, y por lo mismo no es la complejidad ni la simpleza; una cosa anula a la otra como argumento.El paisaje es impresionantemente proclive a ser contemplado, también, porque no vivimos rodeados de ellos, y creo que alguien que viva frente a uno, no los andará buscando en sus paseos como sí lo hace alguien que vive en la ciudad en un pequeño departamento que da hacia otros edificios a no más de unos pasos de distancia.Lo próximo desata leyes desvinculadas del orden maestro de la tierra en relación al resto del universo, simbolizado en esto de la línea del horizonte. Lo medianamente distante, de manera tal que ni lejos ni cerca se encuentra, arroja ordenamientos que pueden ser parte de lo uno o de lo otro, pero a distancias de comarca, lo menor y lo mayor se ordenan en una sola ley, que es la ya aludida de intrínseca contradicción por cuanto, es horizontal la tendencia de lo que verticalmente se diferencia. Y así conjetura una vibración recursiva entre lo extensamente horizontal, en pos de una verticalidad atenuada por lo mismo, ya que después de estas maneras de contemplar, sobreviene lo otro que ya es tirarse en el pasto y ver el resto del universo en una esfera virtual propia de lo ilimitado que se presenta el resto de las cosas de la galaxia y el universo en general, en un contexto de esférica rotación de todo, que solo es apariencia pues lo que gira es el planeta donde estamos. Y así las cosas, aún no se llega a acuerdo de la forma de universo, lo que a escala de la contemplación terrestre no cobra forma, pues la esfera prima en lo más lejano.La contradictoria manera de ver, puede ser lo propiamente especial de un paisaje, en esto de cruzar lo horizontal predominante con una ley de divorcio de las cosas en sentido vertical, de la tierra al cielo, y en ambos mundos las cosas van y vienen; caen asteroides, un avión sobrevuela y aterriza, un barco se pierde a lo lejos, una jabalina despega y cae al terreno, marcando una aparente catenaria inversa y tras de ella un puente colgante la señala al derecho, que a contramano es cuando la cuerda cae y no es cuando la lanza decae, y uno ahí comparando la caída y equilibrio de lo uno y lo otro respectivamente, y estableciendo la pregunta de la relación de ambas curvas, por ejemplo, y así la contemplación de lo vasto; pareciera que esta vibración contradictoria de lo que se ve a contrapelo es la ley profunda del paisaje; pues se apaisa quien se dedica a ver lo vibrante; ¿y donde más que en un paisaje las cosas se revelan en sus leyes amplias ante hechos que las superan?.Y luego, a la metafórica manera de ver, quien se apaisa en su mirada desentierra las leyes del mundo y de las cosas, pues se distancia, explícita o implícitamente, ya que ante una placa enmohecida se vislumbró la vacunación de legiones de seres humanos, y así se apaisó el investigador; desenrollando del pliego de proximidades la vasta distancia de la curación efectiva.Lo lejano es el símbolo de lo discreto y vibrante a la vez; ahí, frente al paisaje el hombre se encuentra y encuentra sus desencuentros hecho interrogantes, ……
la medida de ver la ley en lo discreto;
transgredir en el fondo las cosas;
que de cerca se ven
y de lejos se conectan.
El paisaje lejano de la comarca
es un símbolo
y ante él la mente se desencadena
en intelecto y en estética vibrante
He ahí la madre del cordero
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Autor:
Sergio Meza C.
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3:50 p.m.


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