viernes, 10 de junio de 2011

Comentarios obvios acerca de un paisaje de Kandinsky, visto como el sustrato de futuros esplendores trascendentes y esperanzadores


[©SmcArq] Vamos a estar de acuerdo en que esta pintura, que según entiendo es anterior al descubrimiento que Wassily Kandinsky hiciera de la pintura abstracta, es profética, en el sentido de que las partes típicas constitutivas de lo que posteriormente fueran sus propuestas "no figurativas" están subyacente o evidentemente presentes como partes de atributos de arquetipos reconocibles.

La montaña es un triángulo isósceles, por ejemplo, y muchos otros elementos quieren ser en sí, como potentes aspectos de un cromatismo que tiende a despegarse de su fenomenológica  correspondencia con la realidad.

El descubrimiento que se le atribuye de la pintura abstracta, realizada con la actitud adecuada de "no-figuratividad" se corresponde con este cuadro; en él hay goce cromático, más allá de cualquier atadura a un lugar que perfectamente podría no haber existido nunca.

Desde el impresionismo más radical toma el testimonio y ejecuta el gozo perfecto, capaz de predecir (y bueno, ahora cualquiera puede decirlo) el futuro liberado de toda fidelidad a la figura, sea cual fuere su origen "real".

Pienso en el momento que este artista describe como aquel cuando descubriera a "la abstracción en la pintura" y me conmuevo, así como esperando que alguna vez pudiera ver más allá de mi camino para leer las profecías que este anuncia, así como para cualquiera, en su trabajo debiera estar augurado un esplendor trascendente.

Salirse de la propia senda y ver más allá espacio-temporalmente es algo que en Kandinsky resulta tan efectivo, tan poderoso, tan asertivo y tan pleno de variabilidad inaugural, que no me queda más que entregarme a una meditación similarmente distendida, guardando las distancias claro esta, para ver si dejo de ver , y así logro trascender lo visto, como encarnación de una posibilidad futura acometible, y sobria en medios y resultados, pues todo tránsito está ahí, en la simple pasantía de un gesto que se hace otro y no cualquiera, a los ojos preparados de quien espera la llegada asentada de un camino y de una entrega.

"Kandisnky..." - me digo - "...el camino está descrito en Kandisnky", con tal capacidad de dejar incluso de verlo, para ser aquella impronta desde los propios pasos perdidos, y no ser como nadie, ni siquiera como uno mismo, y así trascender, ya lo dije, todo acontecer deducible. Tal creatividad espero, repitiéndome cada cierto tiempo como un mantra; "Kandinsky", "Duchamp", "Víctor Jara", "Jimi Hendrix", "Juan Sebastián Bach", "Heidegger", "Descartes", "Leonardo", "Miguel Ángel", queriendo siempre mirar hacia arriba, para aprender de gigantes, y no arrastrame entre mis iguales, que para esto último tengo a mi vida, plagada de convencionalismos, de los cuales en textos como estos, no deseo hacerme cargo.

¡Es demasiada la rutina de querer siempre entender lo que tenemos ante nosotros!, sin darse al juego liberador de la sustancia despegada de toda atadura coherente; lo siguiente podría ser lo nuevo, así que esperanzado me retiro, que siempre hay que mirar hacia adelante aunque, en el camino tengamos que alimentarnos de lo inverso.

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