
Jardín de las Delicias, El Bosco; su ala izquierda fue, ya que fuimos aquel apadrinado lugar donde nuestra alma dormía serena ante el destino y su inclemencia. Ala central, la refriega del mundo presente, sea cual fuere ese momento, acaecido en el tiempo sin medida de nuestra guarida terrestre. Ala derecha, la incertidumbre permanente del temor que nos taladra, sin promesa de esplendor ni de placer, ya que solo de riesgos el alma se aventura hacia lo desconocido.
Al Jardín de las Delicias lo miramos desde nuestra estrecha percepción de las cosas.
Puede que ese jardín tripartito sea un augurio cerrado en su potente veredicto del orden de la condición del alma ante el espectáculo omnisciente del universo que nos aprisiona en nuestras ansias de poder irrefrenable, necesarias para ser condicionadamente hacia el futuro, del cual por cultura, esencia o pertinencia nos retraemos y nos lamentamos.
Puede que el Infierno sea el futuro del católico, ante la amenaza de su propia caída. Temeroso de temer no teme y en ese temor superlativo se condena, engañado por el Paraíso que fue y el Presente que lo enceguece, como aquel bosque conocido, que no dejaba ver los árboles de su propio contenido.
[Para leer un texto posterior a la meditación abajo aludida, y acerca del mismo cuadro, hacer click aquí]
[ir al Post Meditación frente a la pintura "El Jardín de las Delicias" de Hieronymus Bosch (El Bosco)]