La gente trabajadora, esforzada y responsable carga con un problema de fondo; suele no ser todo lo capaz que debiera para reconocer cuándo sus esfuerzos están siendo parte de una premeditada labor de sobreaprovechamiento de parte de quienes le dan empleo; no está en su actitud acostumbrada. Entonces es cuando necesita del flojo, descarado, oportunista y sinvergüenza zángano, atento a cada exceso de la contraparte desde su especial predisposición a no hacer el trabajo y hacerse pagar lo máximo por el menor y más mediocre de los esfuerzos. Son estos últimos, valga la contradicción, los primeros en sacar pancartas, tocar el bombo e inflamar el pecho con airados discursos reivindicadores y justicieros, los mismos que, sobrevenida la cotidianeidad, vuelven al flojeo, los malos tratos,las pérdidas de tiempo, las sobreextendIdas y casi eternas pausas para ir a fumar y el aprovechamiento de cada resquicio legal que les permita hacer tender a cero su servicio y productividad. Tal es el caso y así de paradojales son los roles en esta sociedad que conformamos.
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