martes, 28 de julio de 2009

Las ideas y sus realidades no se distinguen ni se categorizan a priori para construir al mundo objetual

[©SmcArq] El asunto en sí se me presenta como algo difuso, y no sé de inmediato si constituyen estas “ideas” solo cosas que existen en el ámbito de las potencias o lo hacen “en el mundo objetual”.

La frontera entre el mundo de las ideas y el mundo de las cosas (u objetos) que de tan complejas terminan entendiéndose como reales, es difusa.

Por ejemplo, una casa donde vivir
“La casa” obedece a un concepto, que en primer lugar debe discriminar si surge del amor o del resentimiento más antagónico. No siempre uno se dice consciente y formuladamente cada intensión que trae a cuestas pero, sin perjuicio de aquello, los sentidos al actuar debieran manifestarse por medio del talento y de la asertividad en la acción. Hablamos aquí de la ética, de la estética, de la coherencia y de la infinidad (infinidad, si, digo bien) de atributos que pueden estar contenidos en las creaturas.

Entonces –digámoslo bien nuevamente- porque amo quiero vivir, y el modo de vivir amando que tengo me obliga a buscar la digna y fecunda estancia donde hacer mi vida, iluminado por los espacios que deseo concretar, en los cuales quedo “en libertad” de ser ante el riesgo de errar, que es la base de la contienda y el desafío gestor.

Sin perjuicio de valorar, en mi muy personal caso, la sensación de seguridad en todas mis esferas, no dejo de apreciar y darle el valor necesario al riesgo que libera, ya lo dije, al dejarnos enfrentados a nuestro libre albedrío.

Pues bien, “la casa”, que es una (no dos, ni tres, o al menos es una sola), quiere y además puede construirse de ideas y de materia; lo segundo obedeciendo a lo primero y viceversa. Me explico. Si la materia no obedece a las ideas, no sabe cómo disponerse y se derrumba, y a la inversa, si las ideas no atienden a las leyes de los fenómenos ineludibles, fastidian sus proyectos al empecinarse en acometidas, que no tienen factibilidad técnicamente solucionable, dado cierto contexto de acción.

Y es así que llegamos a un primer aspecto: la idea que avanza escucha a la materia y la materia que desea ser creatura “superior” escucha a las ideas. Tal reciprocidad es una clave importante.
Ahora bien, las ideas son infinitas como infinitos matices se pueden establecer en su ámbito. Ejemplo, la idea del número uno, que es distinta a la del dos, y a la del tres, y así hasta la infinita correspondencia biunívoca con el conjunto de los Números Naturales. Para completar esto pensemos en la “realización” de la idea del número que tengo, desde la cual encarno a mi casa (uno) o a mis hijos (dos).

Pensemos, en el contexto anterior, que las propiedades de cada número son distintas entre sí, por cuanto cada número diferente es distinto uno del otro, y ante tal distinción no queda sino pensar en diversos atributos caso a caso, siempre entendiendo que la formulación puede abrazar en síntesis a un conjunto determinado de números asimilabls. Por ejemplo, el de los Números Naturales ya traídos a presencia, sin la necesidad de escribirlos uno por uno. Pero bueno, no es de análisis ni de síntesis que queremos hablar aquí.

Proyectar al mundo
Si quiero construir una casa, necesito cosas a priori, tanto materiales como conceptuales. Y en esa reciprocidad es que mido la posibilidad cierta de “cerrar la síntesis” afortunada de albergue y potencias desde aquel desplegadas. A tal materialización se la llama normalmente en arquitectura como “Forma”, dicha y entendida como esplendor de la manifestación en obra de un sentido preclaro, más relacionado con los espacios que abre que con las formas que muestra, por mucho que lo segundo sea más valorado a priori que lo segundo.

Como bien notaron el albergue, que es material, si es un hecho una vez construido, será capaz de generar potencialidades, deseablemente acertadas y benefactoras, y así es que de inmediato entendemos que la comunicación entre el mundo de las ideas y el mundo de “lo real” no es sino una convención que nos permite categorizar las cosas de este mundo.

Dando otro ejemplo, algo más lúgubre pero ilustrativo, al condenado a morir en el paredón frente a un pelotón de fusilamiento, no necesariamente debiera quedarle clara la propia culpa de una situación regida por innumerables aspectos, unos “reales” y otros solamente concebibles.

Veamos esto. ¿Quién mató al condenado? (porque algo, alguien o algunos lo hicieron); ¿las balas del pelotón?, ¿la del tiro de gracia?, ¿el grupo de verdugos? ¿o el líder propiamente tal?, ¿el juez?, ¿las leyes injustas que matan?, ¿los actos previos del condenado?, ¿sus padres que lo abandonaron siendo un lactante?, ¿los monitores que lo orientaron imperfectamente en el orfanato?, ¿la víctima asesinada que deseaba morir por manos ajenas, y provocó en extremo al autor material del homicidio?, ¿el padre que maltrató por años al suicida?; ¿todas las anteriores?, ¿ninguna de ellas?, ¿solamente algunas?; de ser así esto último ¿cuáles si y cuales no?
Porque el condenado fue fusilado efectivamente. Decir lo contrario es un absurdo.

Como verán no existe frontera “real” entre tales cosas, entremezclándose las ideas, los hechos diversos previos (ejemplos; las balas, la ley, etc.), con sus manifestaciones posteriores sensibles regidas por la ley del fenómeno en el mundo.

Entonces, para terminar de empezar con este tema, ¿cómo distingo y categorizo a las ideas, aparte de lo que la historia de la filosofía pueda decir al respecto, ya que atiendo más que nada a la esencia de mi propia subjetividad?.

Idealmente está todo en su potencia, ya sea la casa que una vez quise tener y que terminé por construir, como lo más elemental que podemos entender, aparte de una sola cosa, que es una por ser solo aquello incapaz de recibir atributo alguno, más que su propia y absolutamente previa “capacidad de ser”, en la simultanea huída de cualquier ponderación atribuible a todo lo demás, que la separa del mundo, o del universo (llámenlo como gusten).

Pienso que solo se alberga el latido rector recíproco y paradojal entre los objetos y sus soportes ideales, constituyéndose los mundos separados de ideas en relación a sus existencias “reales” como convenciones ubicuas y determinantes ante nuestra capacidad de iniciar la aprehensión de todo aquello que captamos o elegimos captar.

Las ideas y sus realidades encarnadoras no se distinguen ni se categorizan para construir al mundo objetual; ambas, vistas teórica y discursivamente, suelen ser extremos polarizados de un acontecer contrario en cuanto cooperativo, simultáneo y necesariamente desjerarquizado.

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