Sin trastienda se desdice la falencia, en su gesto de respaldo y escondrijo. Mira el ojo y fija su centro, en una abstracta distancia, a lo lejos, en los sueños inconclusos que trasponen la evidencia.Satisfecho temporalmente el espíritu, de esa suerte de borrachera imaginaria, topa suelo en su verdad, que suele no ser más que realidad desentendida, y miseria, acaso, compartida. En sueños se pierde la memoria y el presente, y se deja ver alrededor, no más que la subjetiva huella del trazo mentiroso del mundo sometido, al ojo peyorativo que todo lo sabe y todo lo comprende, pues nada entiende y por nada se distrae acaso un segundo, que le impida seguir sintiendo el vaho mentiroso y elocuente, de quien cree merecerlo casi todo, sin inclinarse ante aquello, lo evidente.
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