[Viña del Mar; 3 de Febrero de 2008; 4:45 AM. Vacaciones]
Decir "a boca de urna" el estado febril de una noche excepcional.
El barco ebrio no estaba borracho, ni se trataba de un barco, ni apuntaba al oleaje, y los vómitos de comida y frutos apaciguados, no se avenían al mecerse del océano rebelde e indómito.
Bebido por cierto, y más de la cuenta acaso, expreso y proclamo una suerte de alegre manifiesto de arrojo y retenido verbo.
La palabra no sabe de exabruptos; ella es acierto a estas alturas de refriega y mansedumbre.
Cómo decirlo;…
…cuando la leve brisa retornaba de la nubada de olas rompientes, y equidistantes amenazas, estaba, yo, tan sereno como la polilla se posa en el brazo del madrugador visitante.
Sin huella ni triunfo, dejo al mar recoger su cosecha de vacío y pertinaz refriega, pero ese Sergio Eduardo, el que no sabe de desvíos, renace en la gesta impertinente de luces y sombras que denotan temple y brío.
No sé lo que digo, pero lo digo con orgullo.
Tal acierto, tal manera, tal poder…
…denme la fe necesaria, que bebido y somnoliento me dejo estar, para que otros sepan de la suerte y desafío de una vida indemne y resurgida.
Y así. Valiente pero al punto ínfimo de suelos y derrotas. Algo temeroso, qué caray, pero entregado a denostada sigla limítrofe, dejo al verbo detonar, cual ave pasajera que en su paso, bien digo, sabe de su vista y de su orgullo. No sé lo que digo, pero más de algo determino, así como si supiera el rumbo y detonara el sentido. Perdonado y apacible ya me duermo. Son las 4:50 de la madrugada, y tras dos copas de vino, cinco de champagne, una de ron-cola y otra de pisco sour, solo sé de relajo y bienestar, en el entredicho de un par de habanos bien liados y una suerte de lucidez diseminada; ya en mi casa de Viña, sé de soles avenidos y de noches derrotadas.
Victorioso y erguido, con la esporádica ingesta de espíritu y bondad me entrego.
Buenas "noches".
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