miércoles, 12 de diciembre de 2007

Lo que no se escoge…

Para serles franco, no es cosa de que haya elegido escribir, como un reconocimiento manifiesto a una afinidad innegable.
Simplemente nací con esta condición de “escribiente”, y todo aquello que va surgiendo es propio del alegre padecimiento de una disciplina que se ha ido haciendo con más trabajo que talento. Si leyeran mis textos de hace quince años atrás se reirían sin más.
Entonces todo esto de estar permanentemente señalando en palabras las torsiones de mis percepciones, no es más que la fidelidad a una condición explícita y espontánea. Así como mido un metro ochenta y tengo los ojos café claro con una suerte de anillo perimetral verde oscuro, así mismo escribo y camino con un ademán cansino y algo desgarbado, medio curvado de columna y algo desviado de mentón, qué caray, total, es lo que hay, con grandezas y miserias habemos quienes damos la cara con nuestros pensamientos, y ora sí y ora no acertamos en algunas conjunciones y sintaxis (como John Lennon diría en el mismo sentido y en distinto cauce). Todo por acá es obra o experimento, y de nada o de más, hacemos de la vista la manera y prestancia de la esencia propia del que se quisiera pertenecer, como es del horizonte la brisa y de la costa la rompiente.
Un abrazo a todos, y pueda ser que infinitamente se me sigan ocurriendo algunas barbaridades, propias del desconcierto y la pericia, que sean dignas de presentarse y capaces de establecer camino interesante.
Lean no más, pero con una especie de apertura indefinida, para dejarse sorprender por quienes se atraviesan al camino, como apuesta pertinente de vida y libertad.
Caminaba hoy por las calles desabridas de Rancagua, y por momentos sentía que caía el telón de la espacialidad y los colores, para sorprenderse finalmente en una especie de danza pertinente de espacio insostenible y luminosidad fugaz; soñaba con la manifestación de la verdad como aparecimiento a la vuelta de la esquina, así como si nada, para seguir en marcha permanente. Pero no, pues lamentablemente Borges tenía razón, y la revelación, en vida, nunca termina por concretarse.

Sin perjuicio de todo y a cambio de nada, con la Libertad como apuesta, a toda prueba y desafío, les saluda atentamente, Sergio Eduardo Meza Concha, escritor por condición y arquitecto por elección, agradecido sin dudas de las visitas, en incremento pausado pero consistente.

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