Sin más formas que la suelta estancia de la libertad, todo límite es pernicioso para el pensamiento, que se topa de orilla en orilla por el río cuesta abajo, desvelando la ilusión de un discurso coherente. Hemos crecido entre las cercas de un potrero inmenso llamado cultura, civilización costumbres, patria, nación o religión, dentro del cual cabalgamos a nuestro antojo, hasta que clavamos nuestro pecho en las púas de las alambradas. Ahí todo se desvanece, y la soltura del trote y la carrera desenfrenada se dispersa o deshace, como lo haría una turba enardecida, ante el primer disparo al aire del “polizonte”. ¿Cuales serían entonces nuestras fronteras más requeridas?; el pudor, Dios, la vergüenza, la cobardía, la soledad y todas aquellas palabras cargadas de abandono y relegación.
Hablará mejor para todos, incluso para sí mismo, quien se estanque en una suerte de centrípeta manera de estarse ante el polo convergente de la palabra común, de común entendimiento y de común iluminación, pero solo se hallará aquel que se vaya por el camino extraño a la disciplina fundada por milenios de excavaciones y hormigonados debidamente fraguados. De alguna manera el hombre, siempre, hace prevalecer sus construcciones intelectuales, a contrapelo de toda iluminación, solo retomando las señales que ya se han hecho sendero, camino, autopista y supercarretera. Nos allegamos a las vacas sagradas, para que su sacrosanta consolidación nos asemeje. Y nuestra pasión se estanca como lo hace el caudal sonoro, cuando se allega a las proximidades de la represa, cuando las aguas se callan , los flujos se limpian y el sedimento decae; esencias queremos ser de lo más vasto, que jugó su pasión hace milenios, para mitificar la grandeza y ametrallar la ocurrencia. Temor; el temor es nuestro amigo y nuestra trampa. Sin temor decaemos y con temor sobrevivimos; pero, como siempre, somos equilibristas, y nos balanceamos en una floja cuerda de catenarias leves, para encandilarnos con el triunfo y derrumbarnos con la derrota. Tal pacto de triunfo y esplendor nos entrampa, tanto como el pinchazo revelador de la transgresión de fronteras. Ellas son nuestro rumbo; ante ellas nos encontramos plenos y provocados. Todo así, me retiro, es hora de “onces”, los niños me esperan, la casa está en desorden, ya llega el pan, tengo trabajo pendiente, debo cambiar la correa del ventilador del auto (ese chirrido me tiene realmente apestado), ¿qué estarán dando en las noticias?, el pasto está largo, las cuentas se acumulan; … tiempo, necesito tiempo, cuanto tiempo necesito; ni tanto como para enajenarme, ni tan poco como para desesperarme, la trampa de la vida, la suerte de la acometida,...”quiero revivir…”
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4 comentarios:
Hola!
Disfruto leyendo tus Afortunadas Confusiones y lo relaciono con cosas de mi vida; porque obviamente los pensamientos que dibujas en este lienzo son subjetivos y yo como lectora puedo interpretarlo como quiera … o no? Y al relacionar estos pensamientos conmigo me estoy adueñando de tus palabras, excepto por la parte del “temor es nuestro amigo” … no entiendo ese concepto, asi es que lo dejo fuera; todo lo demás perfecto … para mí por lo menos.
El temor cumple su cometido, o lo fastidia. Por temor no nos despeñamos. pero por temor podemos ser cobardes; esa delgada línea roja me inquieta.
Eso sería.
Hola Sergio
Cómo siempre tus experimentos sintacticos son muy buenos y me gustó mucho"...el temor es nuestro amigo y nuestra trampa. Sin temor decaemos y con temor sobrevivimos...". Me siento plenamente identficada con esa idea.
saludos
erika
Así que te acordaste de tu amigo Sergio. Bien!!!
Gracias por tus palabras, que siempre me retroalimentan
Un abrazo.
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