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El sentido común permite pensar del modo que se expone a continuación, en busca de esa torsión de las palabras, para alcanzar algún tipo de revelación fruto del ordenamiento, ritmo, cadencia, significado o yuxtaposición de las palabras, siempre y cuando no se vuelva intrínseco al discurso en sí el valor poético de lo dicho, o sea, siempre y cuando no alcance su colmo de revelación en su ser en sí. En todo caso es una apuesta, nunca una certeza.]
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De la contemplación de las cosas vivas animales, de manera sensorial, nos detiene a observación preliminar su autonomía de desplazamiento por sobre su fondo y contexto que son las cosas inanimadas; por ejemplo dos perros peleando. Una suerte de capacidad se distingue por sobre los elementos, por encima de las cosas abandonadas al arbitrio de “lo otro aquello” que no forma parte de su esencia discreta. Entonces, en todo caso, es una suerte de apariencia solamente la independencia de lo vivo en relación con lo que no lo está, pues lo vivo requiere de lo inanimado próximo para su existencia, de tal manera que estos organismos animados se insertan en un contexto de suspensión de sí mismos dentro de un lugar que los sostiene, ya que existen porque lo que requieren para existir se encuentra al alcance de sus esfuerzos por obtenerlo para sí. Tenemos entonces que lo vivo lo está gracias a su lugar de vida, y por ello, la presencia de lo vivo por encima de lo inanimado, es una suerte de espejismo, ya que lo vivo es reflejo de lo inanimado que requiere y que, de echo, se tiene que encontrar a su alcance en el corto, mediano o largo plazo. Ejemplo de corto plazo es el oxígeno para un mamífero. Ejemplo de mediano plazo son algunos insectos que duermen bajo tierra por algunos años hasta que se eliminen las posibilidades de que se establezcan en su espacio depredadores en función de ellos, y así su soledad eco-sistémica es su fortaleza. Ejemplo de largo plazo es el agua para una semilla que puede suspenderse viva inclusive por siglos a la espera de brotar.
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Del estudio de las diversas formas de vida, se extrae que es diverso el despliegue de recursos que todos y cada una de las especies despliega para sobrevivir, pues es claro que dentro del impulso vital hay prioridades como la ya aludida de mantenerse vivo mientras se cumplen otros impulsos sine qua non. También está el reproducirse.
Desde este punto de vista, llama la atención esta enajenación narcisista que tienen los seres humanos (una especie más dentro del mundo) de pensar que su propio esplendor radica en despegarse de los impulsos más elementales de su existir. Y creen, estos animales, que la contemplación de Dios o la expresión del amor son logros cuya trascendencia radica en que no tienen relación con los impulsos vitales más básicos y elementales.
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Es de sentido común pensar que el amor maternal radica en un instinto, de toda suerte que el sentimiento de amor, que existe (o al menos supongamos que existe, no obstante ser un asunto absolutamente metafísico, de cuyos aspectos no podemos ocuparnos plenamente como si fuera un fenómeno), podríamos definirlo preliminarmente como una suerte de plenitud de los sentidos, de manera tal de establecer un puente entre la subjetividad sensorial de quien se siente amando y el medio sobre el cual actúan los agentes amatorios sobre el mundo, con una tendencia tan abstracta y sintética como una función matemática incidiendo sobre los conjuntos de números sobre los cuales es aplicada.
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Entonces tenemos que la certeza de amar, en todas sus expresiones y clasificaciones posibles, es un agente de acción sobre el mundo, que debiera provocar los efectos del ser vivo sobre su medio, que le permitan existir y asegurar su existencia en las condiciones que conoce y valoriza en armonía con lugar de vida del cual depende.
Amar, que es la sensación más valorada por los seres humanos, debiera ser concebida como la síntesis de convergencia hacia el mundo de todos los diversos y múltiples instintos humanos. Y así se puede decir que se le encuentra pleno sentido decir que “si yo no tengo amor, nada soy Señor” o “Dios es amor” o “por amor soy feliz y seré toda la vida” o “hagamos el amor” o “hagan el amor, no la guerra” o “Cristo murió en la cruz por el amor que nos profesaba” o “amarás a Dios por sobre todas las cosas”, etc.
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Me explico…
… Decir “amarás a Dios” tiene sentido racional desde el punto de vista que Dios, por último, si no se cree en él, se le puede identificar con la constatación sensorial o intelectual de que existe el mundo, o a lo menos existe quien piensa al mundo (Cogito ergo sum) y ello es impresionante y te deja con una extraña sensación de desconocer todos los alcances de esto (como lo que dice Borges, el genial Borges, en relación a que el hecho estético se relaciona con una revelación que finalmente no acontece, pero se intuye). Entonces decir Amarás a Dios primero que nada implica decir que tomarás todas las precauciones y cautelas que estén cerca de tu mano, para cuidar que el orden natural de las cosas reine por sobre los intereses particulares de nadie en especial, por cuanto es este orden imperante el que ha dado curso a todo lo que fue, es y será.
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Otra explicación. Tiene sentido racional el sacrificio del profeta Jesucristo (por favor, que se entienda que doy ejemplos cristianos porque se me hace más fácil desde mi ámbito cultural y personal; esto está en Internet y es leído tanto por Ateos como por creyentes de todo el mundo, y desde todos los credos que existen), tiene sentido, decía, en cuanto arrojo ejemplar hacia su propia muerte en cuanto acción de amor con tal capacidad de síntesis, que es capaz de sentar las bases de todo comportamiento humano futuro, en pos de su propia plenitud como tales y desde tales, dentro de su naturaleza humana que es obra de Dios, o si lo prefieren dicho de otro modo; …que es obra concordante con el orden de las cosas que rige al mundo y al universo.
Dios; nada hay con tantos adjetivos ni nombres, pues Dios es LA presencia de todo en cada cosa, así como el amor es LA convergencia de todos los motivos y causas naturales y espontáneas para que resulte favorablemente la acción de cada quien sobre el resto; actuar con amor es lo mismo que actuar con observancia al mayor beneficio posible de todos y cada una de las cosas y seres del mundo y sus alrededores.
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Dios es concordancia natural. Dios es natural así como la naturaleza es divina, pero Dios no es la naturaleza en sí, pues ella es el despliegue de las cosas, y Dios es la elocuencia de este despliegue, de permanecer TAN unida cualidad con existencia como la energía con la materia (metafóricamente hablando). Y así Dios es uno, pues uno es el sentido de coherencia, en cuanto la coherencia es por definición la tendencia a la unidad. La máxima coherencia de las cosas es su propia cualidad divina.
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Espero haber dejado claro que no necesariamente se debe hablar con exaltación reverente acerca de Dios, pues puede resultar contraproducente esta veneración de por sí, cuando el sentido de unidad de todo es perfectamente estudiable y analizable. Existe más de una manera de aproximarse a esta percepción de concordancia de todo. No solamente orando, o desplegando los paradigmas de adoración socialmente aceptados.
Hay vicios en la aproximación a Dios, que se relacionan con el dogmatismo y la intolerancia de las diversas maneras de tratarlo.
En todo caso estoy convencido de que es solamente una convención tratarlo como Otro Superior Personal, siendo esta modalidad inclusive distanciadora de quienes lo ven como función creadora o fuerza natural o energía subyacente de índole abstracta, pero existente mal que mal.
La poética de la vida y del amor entonces, radica en esta capacidad de mostrarse evidente y elocuente por encima de su entorno al cual refleja y enuncia. La vida es inherente al amor por cuanto el amor es la adhesión a los principios activos del existir en concordancia con el orden imperante en la naturaleza, de la cual por supuesto la civilización y sus integrantes no escapan, como no escapa un termitero a la sabana donde podría encontrarse.
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La poesía de la vida y el amor se relacionan entre sí, por cuanto sin amor no hay vida.
Por amor se logra la convergencia de los instintos en una sola acción natural de integridad animal ante los estímulos y desafíos de la existencia.
Esta poética es el sentido de las cosas vivas que aman.
Amar y vivir es parecido por cuanto para vivir plenamente se debe amar.
Reitero, amar es un manojo de instintos convergentes como función vital.
No prejuiciemos al amor, como aquello que nos deja fuera de sí y nos trastorna en una suerte de estado incoherente que nos hace hacer estupideces plausibles, casi borrachos o narcotizados.
La visión romántica del mundo le ha hecho mucho daño al amor apoderándose de su identidad.
El verdadero amor es múltiple y cambiante en su despliegue.
El amor se adapta a su medio, pues sin adaptabilidad no hay coherencia con el mundo, y sin coherencia en el actuar no hay amor (recursivo el asunto).
El amor es un puro y simple instrumento de la vida; el más necesario, el más común y corriente.
El amor es instintivamente complejo
Pero es instintivo a fin de cuentas
El amor es animal
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El sentido poético del amor
es el de hacer converger a la realidad
y como tal
enfrentarla
para ser plenamente conciente
del rol presente
ante los desafíos que asumimos
y las respuestas constructivas
que seamos capaces de dar.
Lo anterior
Reitero
no necesariamente
en un ambiente plagado de suspiros
ni cayendo en éxtasis alguno
no vaya a ser cosa
que esto de vestir de oro al sentimiento
sea una estrategia
para administrar
la concesión de identidad del mismo
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Poéticamente hablando…
…Amar es dar y cuidar la vida.
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