miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿De qué disponemos cuando escribimos?


[©SmcArq] La respuesta parece obvia; disponemos de palabras, que son unidades compuestas de letras, que se pueden leer y que al ser leídas se pueden relacionar con el resto del mundo de un modo objetivo, subjetivo o subobjetivo, a la vez que ellas, las palabras, se combinan según sus características, roles y, en general, reglas que el idioma elegido contenga. 

Pero si decimos esto quedamos donde mismo. 

Entonces no disponemos de lo anterior cuando escribimos, por cuanto tales cosas son básicamente generalidades que se reparten igualitariamente entre todos los usuarios y, por lo mismo, no son claves, sino condición homogénea, sin disparidades capaces de establecer puentes especiales hacia el acierto. 

Obvio es que no disponemos especialmente de un idioma cuando escribimos, y al decirlo quiero señalar que las reglas y las cosas de general disposición no parecen sino un piso desde el cual tantos, por no decir la mayoría, podemos expresarnos para la persistencia del dicho. Quien escribe busca la persistencia de lo que anota. Interesante. Hablar no necesariamente es para eso. Cuando hablamos decimos para establecer un vínculo no necesariamente persistente, pero al escribir, de suyo existe, al menos, la intención de querer que lo dicho quede ahí donde ya no necesariamente necesite del emisor para existir.

La escritura existe para la persistencia del dicho, no obstante la muerte del escritor. Con esto ya tenemos algo; ni el idioma, ni su emisor son esencialmente especiales, pero lo escrito es diferente, sin perjuicio de parecerse tanto con algunas maneras de hablar.

Pues bien, no es la base idiomática ni el sujeto la clave; todos somos sujetos, y la mayoría de nosotros habla obviedades, o tonteras sin sustancia, o sin trascendencia.

Decir algo de interés es realmente difícil, y esto es así por cuanto mayoritariamente lo que se dice tiende a la repetición, a la superficialidad y a la intención principal de hacerse personalmente “uno” con tantos que se desea como iguales. No es de gregarismos que la excepcional calidad textual se alimenta; lo común es que tantos digan del mismo modo, apuntando a lo mismo por los mismos motivos, las mismas cosas, con el fin de sentirse dentro de un grupo o conjunto de personas con las que desea identificarse; la repetición, entonces, es mediocre, cansadora y agotadora.

Entonces hay algo valioso con la palabra registrada para persistir no obstante su emisor, sin perjuicio de que no toda palabra registrada es valiosa, y por otra parte no toda palabra dicha al viento es fútil. Y ya basta de rodeos; de lo que disponemos cuando escribimos, y que nos hace sentir que somos especialmente capaces de superar la retahíla de ecos gregarios automáticamente dichos no para ser sino para parecer, es de nuestra propia confianza ante el vacío aquel que enfrentamos para eliminarlo desde nuestra esencia subjetiva reveladora sugerente y suscitante. Miren qué simple es todo esto. Lo contrario es adherir a mis propias ideas y repetirlas desde mis potenciales capacidades de “coherenciar” mis ecos amigables y extraíbles, desde mi memoria y mis destrezas.

Las destrezas no tienen nada que ver con la claridad de la escritura; lo que si tiene que ver con la calidad de una escritura proviene de una familiaridad valiente ante aquel vacío referido que se presenta cada vez que quiero ser en lo dicho, para deshacer lo que no ha sido nunca expuesto desde aquel sentido solitario que se apoya en lo dicho-como-calce-preciso-ante-su-matriz-de-ausencia, más que en lo que se piensa a priori en relación a un planteamiento, situación o desafío.



No es más que esto; ni de proezas, ni de habilidades, ni de memorias extraídas para repetir su formulada manera de argumentar es que  se nutre aquello que vale la pena de seguir siendo algo de interés y capacidad fundadora. Y que quede claro que no hablamos de la novedad, que es prácticamente imposible de corroborar seriamente.

Dejen afuera al sustrato cultural ganado; ante el vacío de la ausencia de ecos que se desgranan y se rinden a lo dicho por uno “como si fuera la primera vez” no sirven las cosas aprendidas, por mucho que parezca lo contrario; lo experimento aquí, en este momento de escritura específico que leo y leen a la vez ustedes (y atrapo al pasado, al presente y al futuro al establecer tal amarre de circunstancia; la que dice que lo que vivo aquí en el momento que escribo es lo mismo que fue cuando lo anoté y que será cuando otros lleguen a encontrar tal revelación artificiosa; la eternidad se suspende, acaso, en un dicho parapetado y al alcance poderoso de ser continuamente desde una especie de invento decidor de una condición de impostergabilidad auto recursiva).


Así que no vayan a sus pareceres, ni a sus aprendizajes, ni a sus prácticas persistentes, que nada de eso garantiza – si ayuda, pero no garantiza – el "hacer ver cada vez" aquello de lo cual disponemos cuando escribimos; tal acción, la de escribir es anhelo de separación del dicho con respecto al autor; y desde tal fase preliminar no será valiosa , reitero, nada sino la valentía de ver casi al vacío a destruir con el dicho que borra a la soledad única e irrepetible de una anulación voluntaria, plegada por obra y gracia de su propio inverso potente y manifiesto, en tanto no será sino uno el hecho capaz de deshacer la “niunidad” de lo que se esfuma para dar cabida a un misterioso e inasible esplendor fortuito y atrevido de lo que más arriba intenté asir, aludiendo con otras letras y sintaxis palabrezcas a lo mismo que ya comienza a hacerse repetitivo de un modo inherente a los énfasis que un texto debe tener hasta el punto de dejar ser eso para tornarse en los inmorales vástagos provenientes del abandono u olvido de aquel pie que se tambalea frente a la ausencia de toda presencia positiva y reafirmante.

No le crean a cada cosa expuesta aquí, más bien créanle a la cadencia lograda y a la suerte de vacío que pudiera existir en sus estómagos al palpar ciertos silencios semánticos dispuestos estratégicamente. Y esto ya no lo puedo explicar sin salirme del meollo de este asunto, cabiendo al posibilidad de que este mismo texto no sea sino un despliegue de incorrecciones y amorales torsiones de una actitud altanera ante un tema que quiso desgranarse en la estética manifestación que tienen  ante los ojos.

¿Que de qué dispongo cuando escribo?


Respuesta Formulada: De Nada Aquí y Ante Mí, Calzadamente en Relación a Mi Potencial Reacción Acorde.

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