jueves, 28 de julio de 2011

[Antoni Tàpies] "Composición con Ropa y Cuerda" o la elegancia de una retroalimentación magistral entre el formato y el mundo

[©SmcArq]

¡Esta obra me supera!;

Ahora bien; lo que sí puedo hacer es decir por qué no sé qué decir de esta obra de arte:

Es sumamente compleja, y esa complejidad proviene de la percepción de un ordenamiento y una coherencia que se capta de inmediato.

Es una obra cargada de colores y elementos de los cuales no es posible de buenas a primeras captar su efectivo rol en la acometida, sin perjuicio de que se percibe que el sentido unificador existe.

Es una obra de muchísimos significados difíciles de relacionar unos con otros.

Es una obra donde se captan simbolismos dispersos.

Es una obra sumamente abstracta, por mucho que exista la figuración de grafismos, y roles de los materiales equiparables a la realidad.

De alguna misteriosa manera se ve de buenas a primeras que lo que se hace es "hacer como hace el resto de los mortales en su vida diaria" cuando deja a las cosas abandonarse a su suerte.

La intensidad de los gestos se capta y es una que se percibe en múltiples partes que metafóricamente destellan aquí y allá.

Desde siempre entendí que Tàpies se inspiró principalmente en las huellas del mundo que vive en sus territorios y sobre sus cosas, para hacer como aquel, pero con la impronta de una propuesta estética nueva y sumamente original, por mucho que perciba que muchos antecesores modernos se anotan como influencias.

Tàpies es originalísimo pues logra abstractamente unir el caos y la energía del actuar del mundo sobre murallas, senderos, mesas, artículos, ropajes, abandonos, acometidas casuales, agresividad grafitera, etc. a una sapiencia y destreza estética refinadísima.

Esta obra de arte es sumamente refinada, pulcra, limpia de detalles ociosos, por mucho que tantas manchas, arrugas y supuestos jirones la pueblen.



Esa es la potencia de este genial artista, por mucho que se crea que muchos otros han logrado esto y más.

Ahora bien; no sé lo que Tàpies dice aquí, pero lo que sí se es que dice algo intenso, y con una vocación de belleza elocuente.

Y no digo que la provocación sorda que tengo sea el fin de esta obra. Claro que no.

Es el ciframiento del sentido el que se interpone, entre la directa compensación del goce, con la intentona analítica de relacionarlo en pos de reconocer la informalidad inspiradora.

Es informal la simulación y ni siquiera es simulación, pues ya dijimos que esta obra no es figurativa; es ambiguamente abstracta; tanto que en la medida en que se hace abstracta más se reconocen sus partes surgidas del arte callejero, del impulso ofensivo de los baños públicos, de lo obsceno, de lo subrepticio.

Desde este punto de vista es que siempre percibo al arte de Tàpies como fundacional, ya que es esta estética la que retroalimentada por la elegancia d estas obras vuelve al mundo, así como para hacer de él un lugar donde tal ciudadana estética y costumbre se dignifique, para que las ciudades logren dar el lugar que se necesita a lo espontáneo como ordenador de la vida.

Pero yendo al punto específico que en otros análisis me ha ocupado, no veo cual es el orden neto. Lo que sí veo es la fidelidad a una espontaneidad ajena; es como si Tàpies hubiera aprendido a hacer como hacen las multitudes en las superficies, y hubiera elevado a los altares de la apreciación artística más solemne tales maneras.

Las cosas descritas como manchas, chorreos y rayones se ordenan como el paso de las multitudes va dejando marcada en la ciudad sus despreocupaciones. Es todo tan extraño y tan reconocible a la vez; es todo tan culturalmente reconocible y tan distante del mundo al mismo tiempo.

Profunda obra, casi inatrapable

Y sigo insistiendo que me supera.



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