[©SmcArq] La belleza de su aporte no es evidente; la elegancia de su apariencia es engañosa; ni decora, ni vuelve sobriamente un lugar en algo más elegante y vistoso, ni es majestuosa en su entendimiento; es solo que de ver sus animales de arena en movimiento, comprendemos de inmediato que la sutileza de un mínimo de aire, fluyendo por sus velas desgarbadas, es capaz de desencadenar una impresionante cadena de acciones y sucesivos gestos atados, dentro de una fluida manera que se entiende desde su resultado neto y preciso. Avance desde lo limítrofemente dispuesto para tomar la vida que el hombre sea capaz de aportarle en cuanto logre confundir, en una sola creatura, el dato con lo mecánico y con lo genético, en pos de las nuevas formas capaces de acoger una vida nueva y promisoria.
Sus creaturas son manifestaciones en obra de fórmulas cargadas de ansias de finiquito, de plasmada huella que trasciende la teoría y anhela el cuerpo de una forma; por eso, acaso, son arte, pero por muchas otras cosas son bastante más que "arte". No me atrevería a decir que son Obras de Arte, ni me atrevería a decir que son artilugios, pues son todo eso y otras cosas más; son placer de movimiento, son fórmulas demostradas, son belleza indeterminada, son técnica manifestada, pero todo aquello, y más, nunca alcanzando su esplendor por sí mismo; nada en sus bestias es completo si se lo mira por "facciones disciplinares", ya que sus animales son una nueva disciplina en sí misma, que no se llevará bien con la mirada parcial de aquello que ya ha consolidado su esplendor.
Los animales de arena de Theo Jansen son una síntesis completa, formulada desde su propio y particular espledor, avanzando con la eficacia de una señal pletórica de mínimo esfuerzo y máximo esplendor; un nuevo modo de ver la belleza, una nueva fórmula, un nuevo equilibrio, una maravillosa manifestación del hombre, plateándose a sí mismo como un pequeño y digno poeta equidistante de lo pasado, en relación con lo que a futuro se vendrá, a horcajadas de semejantes pulsos mecánicamente vitalizados, y a partir de ínfimos pero efectivos empujes, de cuyo destino aún no nos es posible manifestarnos.
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