Dentro de tal prioridad desaparece el horizonte y se forma una especie de aire común y "delantero", que está "aquí". Todo se iguala en el color, matizado de un rojo algo violáceo. La umbilicalidad es inversa, pues aquello que está contenido en el cuadro muestra una ligazón que es recíproca en relación a aquello que está al medio y desde lo cual las posturas de los individuos revelan la debida atención. Obviamente hay figura; figura de personas, figura cuadrada en cuanto perspectiva paradigmática del hombre occidental, figura de extensión territorial, cielo, acaso niebla. La mínima figuración de lo señalado es la necesaria para determinar la esencia de lo descrito, que vendría a ser la esencia de lo narrado, cual instante. Pero esta percepción puede ser una de tantas; también podemos captar dos personas que pasan y que se sienten compartiendo alguna percepción acerca de algo que las une o relaciona al pasar por un lugar.
Lo más potente en esta obra es la difuminación del horizonte en la centralidad entre ambas cabezas; a esa altura, la que engarza lo distante del territorio con el acontecimiento inter personal. También es importante la especie de áspera superficie amarillo-rojiza capaz de hacer innecesaria la mayor cantidad de detalles.
Entonces pictóricamente esta suerte de construída ausencia de detalles determina la impresión del color como instancia de dramatización innombrable del evento descrito, figurado, delineado y perfectamente expresado en su ambigûedad, a partir de la propia percepción que puedan tener los espectadores hacia este "mensaje" de interrelaciones.
En esta pintura se amarran muy bien todas las partes involucradas, haciendo de la caja ortogonal, de la cual están conectados los individuos, el factor de unidad entre el cielo, la tierra, la vida de las dos personas, el figurado "acontecimiento que los relaciona como comunión de un mismo "aire". Todo es, ya se dijo, un todo sumamente inmediato, directo, próximo. Accesible.
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