martes, 24 de agosto de 2010

Pentagrama Monopanteísta

[©SmcArq] Este símbolo lo elaboré hace unos 15 años, o un poco más. La explicación del mismo es simple: hay una sucesión de modos de ver el mundo a través del tiempo; el pentagrama estrellado lo atribuyo a los inicios, más naturales, más apegados a una relación directa, lineal con la naturaleza, en pos de sus órdenes, sus ciclos, sus ritmos, sus misterios. Posteriormente sobreviene la mirada monoteísta judía, que impregnó y empapó casi todas las fuentes occidentales, posteriores a la cual llegó la mirada trinitaria convergente al cristianismo…

Pero hay una lectura doble en todo esto; pues no es que adhiera tan simplemente a ninguno de los símbolos, es solo que así percibo que se han dado las cosas, dentro de las cuales mi vida se ha desarrollado.

Ni el pentagrama, con su intrínseco número de oro, ni la estrella de David, con todo el sustrato numérico que se puede obtener de la Torá, ni la trinidad que se refleja en innumerables aspectos de la vida, ni el cristianismo son mi “Rueda de Carreta” con la que podría comulgar ciegamente…

Este símbolo es mi percepción de cómo las cosas se han ido dando a través de los milenios, para bien, para mal, para peor, para mejor…

El símbolo unificado que presento es mixto, complejo y cargado de una sintaxis de la cual aún tengo que hacerme cargo, sin perjuicio de que la temporalidad convergente que veo es clara, lineal y con vocación de una simpleza en permanente incremento (aunque suene paradojal…)

La cruz del fondo del símbolo (la más pequeña) configura un punto “único” de intersección de la vertical con la horizontal, del cual también manejo un par de asuntos, de los cuales me he venido haciendo cargo hace mucho tiempo.

Si se fijan hay un "uno arábigo" en el "pie" izquierdo del pentagrama, y un "uno romano" en el otro “pie”; ambos son los extremos de lo que considero la casi completa manera de pensar del hombre; de lo simple a lo complejo (Uno arábigo; unidad mínima. Uno Romano; totalidad compleja). Todos vemos cada aspecto de la vida así; como unidad y como estructura vibrante.

El número de la cúspide del pentagrama es una fusión de ambos números, el arábigo y el romano, ya que sostengo que ni la unidad ni la totalidad están separados y son la vibrante clave de la existencia (paradoja plagada de misterios esta).

La horizontal del mismo pentagrama señala la línea de tiempo más amplia que podamos imaginar.

Sin perjuicio de que se aparece, esta temporalidad, como relativa, acontece y fluye en un solo sentido para todos nuestros asuntos.

En suma intento atrapar con este símbolo todo aquello que pienso, y de lo cual me hago cargo por partes en mis textos, muchos experimentales, otros más accesibles (comprensibles).

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