jueves, 2 de abril de 2009

Poesía de la Frustración

[Experimento sintáctico de interrelación de valores y sentimientos]


Sufre el que se frustra, y resiente su calma y autoestima.

La frustración suele resonar como un bloqueo de una aventura personal de proyección futura desde la propia expectativa casuística y momentánea, como si el resto de la existencia se acogiera al sentimiento integral de acierto que pudiera haberse tronchado por razones o causas comúnmente pasajeras.

Por cierto que no es la apuesta general de la vida la que nos deja una frustración intensa en un momento dado; ella es más suave y persistente, y traza el camino general, del cual nos desviamos o convergemos.

La frustración intensa de una circunstancia dada se acoge a la medida del patrón general de rumbo aparente o manifiestamente desobedecido, y tal desvío es llevado a trance de insospechadas repercusiones.

La frustración resuena en el alma como un aparentemente fatal destino involucrado en la sobre valoración de aspectos próximos y convencionales de la propia aventura de vivir, sin perjuicio de que es perfectamente posible haber trazado mal la vida entera, y caminar con ella a cuestas con el ceño fruncido permanentemente, en un estado de impotencia crónica, acaso imposible de corregir.

Si la frustración es por causas acaso ajenas a las propias decisiones, tal estado se convierte en resentimiento.

El permanentemente resentido, como el frustrado crónico es aquel que no ha sido capaz de retomar un sendero serpenteante con sentido y destino favorable.

¿Cuánto de responsabilidad tiene quien tras muchos años culpa a otros o a sí mismo por su vida?.

Caso a caso es la respuesta, pero por cierto que no podemos dejar de ver que, siendo libre o anhelando la libertad, es desde ella que podemos crear el ingenio vital que nos permita retomar rumbo desde los lugares más insospechados y prohibitivos.

La frustración positiva es aquella que nos permite medirnos en relación a los demás, en cuanto inserción de los propios proyectos entre el resto factible de los otros actores de este mundo, ya que no toda frustración es constructiva, siendo una de sus principales medidas de pertinencia la tolerancia ante el desarrollo de otros proyectos de vida.

Tal complejidad gobierna nuestras vidas, llamadas a evitar el simple, elemental básico, atropellador y agresivo egoísmo, que nos separa del mundo plagado de derechos ajenos y deberes propios.

Con egoísmo es fácil vivir y factible fracasar. Esta actitud de simplificación de los objetivos enajena al hombre de su entorno, de sus semejantes y de sus virtudes, haciendo imprescindible lo nimio y postergando lo trascendente, más próximo a la sabiduría de quien puede navegar en aguas turbulentas con un rumbo conocido y generoso, no obstante lo confuso del oleaje, el viento y la lluvia.

Podemos sentir muchas cosas en momentos determinados, y podemos errar mucho ante muchísimos predicamentos, pero esto no es señal de abandono definitivo de nuestros ideales y proyectos de vida. Lo importante es ponderar en el más mediato plazo posible el tamaño e incidencia de tales eventos acaecidos e interactuados, para hacer las pequeñas correcciones de rumbo capaces de enfilar nuestro navío hacia el puerto anhelado de nuestro arribo asertivo y realizador.

Tal cosa es importante, pues, en la medida en que seamos capaces de hacer las modificaciones más ínfimas sobre cada situación, caso a caso, día a día y año con año, con la debida obediencia al plan de ruta general, será menos factible que pasados los decenios nos encontremos en estuarios y archipiélagos desconocidos y ajenos, pues lo que buscamos eternamente es nuestra sensación de arribo cotidiana, que nos fuera incrustada todos los días a nuestro regreso al hogar inaugural.

Son el hogar y su retorno a tal paraíso los capaces de salvar nuestra deriva y nuestra incertidumbre de vida.

Pongamos en tal construcción la mayor capacidad de energía posible, por nimio y solitario que sea tal sitio, lugar, persona, rincón o calor, pues teniendo hogar tenemos esperanza de retorno que, en definitiva, es el motor y patrón de nuestra existencia toda, engañosamente distraída por aquellas huellas de suciedad, desorden, caos y ausencia de toda la armonía recurrente que anhelamos.

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