Bien, intentamos una idea escrita, qué se yo, decir dos cosas, o dos palabras diferentes y que al ser dichas, verbalmente, surja una tercera virtual que sea la confusión afortunada en términos semánticos, bien, logrado eso, y hecha la obra estéticamente acertada con tal materia, es éticamente correcto que un poeta no siga con tal afán, por mucho que le guste, y que a los demás les guste o que se venda bien, o cosas así. La poesía no sabe de logros realizados. La poesía sabe del logro que aún no llega; de ese logro que es inimaginable hasta que nutre algún intento, algún experimento, alguna idea que pueda cuajar al reunir sus partes desde su materia de trabajo; pinceles, palabras, notas musicales, ruidos dichos sobre un plano blanco que una vez ejecutados estriban su ser en el blanco que resuena y sobre el cual todo se nutre.
Entiendan que lo que digo alude a cosas que aún no intento y que a lo mejor no intentaré nunca, pero estoy tartando de decir que el fin del trabajo del poeta es “aquello que será” y que “hasta aquí no ha sido”.
Tal asunto es crear, no recrear, ni reformular, ni decir de otra manera; tal asunto que surge y que acomete es el tema y la razón de ser de un creador; de un creador, no de un inventor, ni de un astuto y sagaz agente del logro pertinente.
Veamos lo siguiente:
“Por si fuera menos que nada, hago del trino de un ruido poderoso una especie de llave que nutre el modo y cadencia de un camino que estima su vuelo y acoge el velo del material donde se aferra un latido y un portentoso surgimiento, en sí incomparable y portador de potencialidades intrínsecas de la ley que inaugura, con solamente ser su especie de preliminarmente innombrable sitio o lugar de plenitud y fundación”
Tal frase dicha, es precisamente aquello que cuando fue iniciado (en la palabra “Tal”) no sabía adonde iba, y que tras ser dicha completamente inaugura, o pretende inaugurar, una manera de ver un aspecto específico o general, desde un punto de vista que ni por ventura estaba así tan precisamente establecido hasta que se ordenaran estas palabras que digo.
Más no puedo por ahora. No hablo de magia, hablo de destreza poco común por cierto, pero aspirable, sin mayores ambiciones que las de regocijarse en las criaturas nacidas de tal alquimia hecha de fe y fluidez propia de un cuerpo vertido a su acometida.
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