viernes, 8 de agosto de 2008

Candor en suma, y tras él la paz, que deriva en dicha, diríamos

No emociones ni distraigas tu paciencia, pues ni de gozo ni de tanta plenitud se desborda la cúspide asumida, que arroja hacia un arrollo certero y cansino que tras él, ni amenaza ni destino se entrecruzan. Veamos aquello entonces. Somos pastura de tantos que nos visten con su vacío. Ni de tanto en tanto ni siempre, ni por momentos, ni a veces, ni eternamente, pero si de un modo que sorprende, en suma, se trae la paciencia un regalo sublime y poderoso, que no se multiplica ni tampoco se refrenda en los años de estupor y represión de tantas cosas que dejamos ir, para que el agua escurra por un alma poderosamente estable y portentosa en su más sutil discreto sentido del candor, si, dicho tal signo, arribamos a aquello que en definitiva conoce su destino en su tal suave y mísero afán de desaparecimiento, estrechado por silencios múltiples y generosos. De tal sino escapan todos quienes saben de su astucia, que reemplaza la fortuna y mansedumbre que, ¿lo diré o no lo diré?, pues lo digo, “orienta la deriva sin que la deriva se pierda”.

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