Él es padecimiento de la surgida y manifiesta ultranza de la carne y del cuerpo en su estallido de sensación repentina y detonante. Cual trazo de la flecha que penetra la fibra del tronco, adonde se enclava como si el viento penetrara la nube grácil, así el dolor es mueca intransferible de intenso estado de corporeidad arremetida en fragor sensible de causa y efecto del daño o del parto que abruptamente emerge desde la esencia propia de quien lo manifiesta. El dolor es el candor de una trémula pertinencia indisoluble en su esencia poderosa.
Provoca la causa y el efecto de una misma desventura, cual atravesado corte cardinal que establece la presencia de aquel que sufre su presencia hecha estallido de esencia traída a la conciencia como suerte de conjuro y trauma.
Con todo, dicho el tracto acometido, y dejada la humana sensación de sufrimiento, este, en su debilidad puede ser acaso el matiz de un placer extraño y construido.
Luego, no hay dolor sino que en la expresión de la fuerza concentrada del grito abstracto de carne y cuerpo entretejido.
Tal suerte y tal destino, en suma y cauce, corregido.
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