jueves, 3 de enero de 2008

a, ante, bajo, con, de, desde, durante, en, entre, excepto, hacia, hasta, mediante, para, por, salvo, según, sin, sobre y tras...Piet Mondrian

[publicado en beta]
INTRODUCCIÓN
1.- ortogonal. (Der. mod. de ortogonio).
adj. Que está en ángulo recto. □ V. proyección ~.
[Diccionario RAE-Encarta 2005]

2.- Mondrian, como manifestación de una plástica “exuberantemente restada” en atributos exógenos a la representación de la fórmula ensimismada. (Esto es una afirmación que da pie).

3.- [Hablo desde un estilo que apunta a detentar ritmo y cadencia, sin la cual podría el sentido perderse, me digo, más nada es seguro. Si la manera de leer es molesta pase de largo, y las disculpas del caso]


DESARROLLO

Si, por cierto, todo arte es abstracto, en el caso de Mondrian tenemos aquella abstracción como la manifestación de un leve ordenamiento, capaz de revelarse a sí misma como la disposición temporal de índole ortogonal.
Comprendemos a Mondrian, entonces, como la abstracción que se ortogonaliza, para reunir al mundo en esta suerte de capacidad de entornar al espacio desde la mínima complejidad de contrastes de un sentido, y su renacer desde el surgimiento de la otra dimensión.

La simpleza de Mondrian es limitante cuando se desea analizarla. Cómo no, si su expresión requirió de la “minimización máxima” capaz de ser en los colores propios del origen de todo el espectro visible, más su negación y su antagónica contradicción que son el negro y el blanco.

Con todo, puedo comentarles que todos estos ejercicios gráficos, por llamarlos de algún modo, han sido huella de otra, como no, meditación libre, para acceder a cosas tan elementalmente profundas como las que por momentos encontramos sin, o con el mayor de los esfuerzos, desde las imágenes o vivencias escogidas.

La ortogonalidad en sí me parece suficientemente simple y potente como para ahondar en ella; su ángulo es uno que determina la máxima contradicción al trazo más vectorialmente recto que podamos concebir; dentro de un mismo vector tenemos sentidos contrapuestos o idénticos, y lo mayormente opuesto al vector absolutamente en sí es la expresión del sentido vectorial ortogonal, entendido como el trazo capaz de ser la mediana trayectoria de los sentidos contrapuestos. Intrínsecamente podremos decir que, la recta angulación desde un vector determinado, implicará una recta fuga conceptual de su propia esencia; recordemos que el sentido inverso a una dirección está contenida dentro del mismo vector. Por todo esto es que el recto y ortogonal ángulo de escape es la explosión que arroja fuera de la propia esencia vectorialmente comprendida; filosóficamente, y no desde otro modo, esto es muy fuerte y poderoso como para dejarlo ir así como así.

Claro que la naturaleza esconde esta clave, dentro de su danza compleja y confusa de formas y manifestaciones externas y de sentido. Pero con todo, la ortogonalidad está en el trasfondo de la fuga del pensamiento hacia las dimensiones más imperceptibles y contundentes; noventa grados sexagesimales en todas la direcciones del plano arrojan la coordenda Z, a partir de la X y la Y; es en un punto, acaso ubicado en una cuarta dimensión, ortogonalmente escapada de todo sentido en la coordenada Z, que se encuentra el “lugar original” de expansión de todo el universo, desde esa explosión inaugural que se conjetura y se teoriza. No por nada todo se aleja de todo, inferido esto desde el modesto hecho comprobado que, desde el efecto Doppler, huella existe en todas direcciones apuntando hacia la expansión de todo contra todo en lo visible y medible; todo “tiende a tender” hacia la azulada coloración de la distancia en incremento, como si en todas partes se vieran vehículos motorizados alejándose de nuestro “desprivilegiado” punto de vista, desde el cual oímos sonidos más graves que agudos comparativamente. “Todo se está inflando", en suma, a un grado de intrínseca expansión que la hace imperceptible para nuestros sentidos comparativos.

Sin más explicaciones, me digo, decaigo en este intento: desatar la modalidad de los colores más elementales, en la más potente y básica angulación subyacente, en sí detenta potentes resultados en un arte que quiso ser panacea de apocalíptico “fin de las formas”, liberadas en su aprisionada complejidad. ¿Cómo llegaron a apresar Mondrian y Van Doesburg, y con ellos tanto otro seguidor, que era en esta forma en la que se lograba la culminación del arte milenario de ir y venir por las almas, sus momentos y su forma detentada?.

Es casi infantil pensar esto, pero, con todo, hicieron mundo de color (teórico en extremo), forma y simpleza; hay inclusive geniales casas aprisionadas en la trama de recta coloración inaugural que estos pintores sugirieran, como si sus cuadros estuvieran en la clave de armado y construcción de los muros, las losas y las cubiertas.

Tal forma de hacer arte es política y mesiánica; no por crítica la asumo y la observo, pero ojo, me diré con su intensión.

¿Cómo puede ser político un arte elemental que no sabe sino de fuerza y profunda elementalidad?

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