[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 20 de Febrero de 2007]
“Fuga a 3 Soggeti (unfinished)” ; Juan Sebastián muere antes de terminarla, utilizando como base la combinación de letras en su correspondencia en el Pentagrama; B-A-C-H
A veces pienso que ella, la inconclusa, refiere la profundidad espesa de sus logros, a una suerte de agonía vaga y difusa, como si se anunciara el cansancio creativo de un genio capaz, inclusive, de lograr la densidad de un vino añoso, cuando se viene encima el final de una vida atestada de logros creativos, contrastada con el trato despectivo al que fuera sometido por algunos de sus mandantes y patrones.
Me resulta la más desconcertante de sus obras, en esta suerte de masa continua de arremetidas lentas y pausadas, donde sobresale el contraste de un contrapunto más proclive al color ocre que al brillo, en pos de una unidad inconfundible. Esa simultaneidad, de ser sus partes complementarias, tan protagonistas como lo es el total, me recuerda aquella escultura de Picasso, donde un toro es, a la vez de sus partes ciclísticas, la manifestación evidente de los restos de un ser sacrificado. Tal humor; tal mezcla de humores más bien, constituye la amalgama de pasiones encontradas, propias de una búsqueda austera y serena, así como logrando la hipersensibilidad, capaz de hacer sentir los más simultáneos sentimientos. Complejidad ambigua y evidente, pero vibrante a ultranza, arrastra un lamento maduro y continuo; casi homogéneo, que es sobrellevado por la convergencia de matices de aires en brillos mayores y complementarios, como si hablara De Profundis ante el propio espejo de la propia existencia, clamando por un talento, un genio y una laboriosidad propia del gigante que sostuvo sobre sus hombros una época en transformación.
Pero hay algo más. Esta Fuga Inconclusa es majestuosa, edificante, serena, diestra (como no), ascendente y melancólica, al punto de emocionarme como ninguna. Comprendo al autor cuando declara su grandeza, desde su nombre diseminado en diálogos de soledad y muchedumbre.
Cuando hace unos años adquirí “El Arte de la Fuga”, interpretado por la Academy of St Martin in the Fields (Phillips 1994; catálogo 442 556-2), sostuve largas jornadas de audición, llegando a reproducir esta pieza más de una treintena de veces, hasta que establecí una suerte de comprensión o asimilación de la misma, capaz de trascender la tremenda multiplicidad de impresiones y emociones indescriptibles que me acontecían. Hoy, ya transcurridos más de siete años de decantación, me siento capaz de escribir acerca de ella, aludiéndola como se alude a lo uno por medio de lo otro, dentro de mis posibilidades alejadas del lenguaje musical. Sugiero la versión que nombro; ella es ejecutada por una gran variedad de instrumentos, dándose el hecho cierto que Bach, al parecer, no fue categórico en la definición de los mismos, y por lo tanto las diversas interpretaciones difieren enormemente unas de otras. Demás está decir que su mismo carácter de “inconclusa” le arroja una fuerte carga de incertidumbre y emotividad que jamás será respondida. Termina la audición con un silencio elocuente e inmenso, dejando la inmensa Duda sobre el quiebre de armonía y temple ante la muerte acaecida.
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