jueves, 20 de diciembre de 2007

Juicio de Cuentas

[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 22 de Febrero de 2006]

Han sido meses intensos; los cuarenta no son una edad cualquiera, y aquí estaré aludiendo a puros lugares comunes; se centran las cosas, se decanta la vida hasta entonces; lo aprendido cobra carne y lo conocido se viene a presencia. No hablo de crisis, hablo de momentos de convergencia de la vida en general. Los recuerdos se vienen encima como un varillazo, y te dejan pensando cosas en relación al sentido que darles, y a qué lugar entregarles fuera del aparente olvido.
No me imaginé nunca que esto de mantener un blog relativamente actualizado iba a detonar una suerte de catarsis creativa, de la que me venía absteniendo por más de diez años, cuando suspendí mi labor de escritor experimental, a la espera de mi primer hijo, con el lanzamiento modesto pero no menos significativo de mi libro “Milésimas”, consistente en aforismos de diversa naturaleza. Miro para atrás y, literariamente he comenzado a ser un escritor. Siempre escuché que esto llegaba con los años y que no era subirse y encontrar el camino adecuado de buenas a primeras. "Rimbauds" han existido muy pocos en la historia, y acaso ha existido solo uno, en el sentido de lograr cuajar en plena adolescencia la obra poética más perfecta, dotada de los ritmos más vertiginosos y absolutos que he conocido (hablo del “Barco Ebrio”).
En mi caso, podría decir que partí seriamente el trece de Marzo de mil novecientos ochenta y seis con un profundo cuestionamiento de cómo pensaba, cuando, estando en segundo año de arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso me pregunté “¿pero qué entiendo por poesía realmente?”; recuerdo que lo escribí en uno de los innumerables cuadernos de anotaciones que guardo de esos años, y la verdad es que, pasados ya veinte años recién me encuentro en posibilidad de responder a esa pregunta, pero esta condición de responder, alude a la capacidad de Obrar en consecuencia, no alude a alguna frase comprensible, pues, en pleno dominio de mis facultades puedo pararme frente al espejo y decirme a los ojos que, efectivamente, soy capaz de establecer puentes de significado y cadencias capaces al menos de insinuar nuevos mundos. Poesía es un atributo de las cosas en relación al hombre que las crea en su percepción, adonde ellas relumbran con el don divino de la sorda revelación manifiesta, podría decir, pero la verdad es que una definición de esto es algo casual y casuística. Las palabras vibran en mis manos como los ladrillos trazan arabescos en el aire en poder del albañil experimentado, o como el cuerpo se desencadena en extraños movimientos en dominio de la voluntad abandonada del bailarín maduro, y de esto me precio hoy por hoy a cara descubierta, y al que no le guste, mala suerte.

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