miércoles, 19 de diciembre de 2007

Jorge Luis Borges, o el mundo desde su ficción inalcanzable

[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 31 de Marzo de 2006]

Argentino, genial, más que genial, casi perfecto en su escritura, poseedor de una técnica, un estilo y una cadencia a toda prueba. He tenido con él una profunda relación de Maestro a discípulo; Borges no ha sido para mí otra cosa que un maestro en la literatura.
Hace más de 10 años escribí una versificación completa del cuento El Aleph, donde es posible establecer una relación uno a uno con la prosa original. El punto más logrado del cuento, y donde la versificación es evidente, es donde Don Jorge comienza a aludir a lo que vio tras el encierro que Carlos Argentino Daneri le invitara, para presenciar y experimentar el sitio puntual donde “un aleph” se encontraba; textual del cuento;...

..."Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una Batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo."

Cuando Borges asume la tarea de describir o rodear aquello fantásticamente factible de ser aludido, logra el intento hasta el punto donde el gesto artístico es capaz, ni un punto de menos, ni un punto demás, para que el lector comprenda que es uno en su lectura con el escritor impotente de generar el hecho desde las palabras.
La Escritura del Dios del cuento del mismo nombre no es leída ni revelada, pues solamente el hombre destinado a ser devorado por el tigre que portaba la frase sagrada, sabrá en su intimidad de su contenido y sentido. De alguna manera la escritura del Dios entornada por las palabras de Borges no debiera ser sino aquella quimera que en el fondo buscó (digo yo, acaso en sueños) para establecer el mágico poder que tendrían, en otro orden de cosas así como para entender desde un reflejo, los utópicos cuadros de Antoni Tápies, parecidos a los exvotos cristianos, colgantes y sanadores por intermedio de la fe que todo lo puede.
No es magia, no es religión, no es arte, no es poesía, ni es nada que el hombre conozca lo que Borges rodea, simula e intenta casi dejar virtual en sus escritos; …palabras que resucitan Golems, Enciclopedias de Países Ficticios tomándose el mundo cual manojo de raíces insertándose en los intersticios de una agrietada pared llamada realidad, por medio de los atareados socios de una agrupación empeñada en un trabajo de creación transmutada de un mundo potencialmente posible, acaso desde otras leyes de otros universos.
Me pregunto cómo y en qué estado espiritual el maestro Borges accedía a sus singulares contextos creativos, capaces de ser desde las eternas Dudas que dejan los interlineados que el conocimiento objetivo deja sin abordar.
Es posible que todos sus mundos y situaciones increíbles pero asombrosas, no sean sino una metáfora permanente de las situaciones del alma ante un mundo perceptible desde la objetividad; quizás no sea sino una transposición la que hace Borges al aludir a todas sus maravillas, así como Le Corbusier es capaz de crear la capilla de Ronchamp para desdecirse y ser pleno y libre desde su subjetividad.
Hombre enciclopédico, lector infinito, conocedor de cuanto autor fuera accesible, fue capaz de crear los mundos prohibidos desde su conocimiento, así como para borrar con el codo, de puro rebelde, la coherencia omnipotente para entenderla desde su negación abrupta…

… Y entonces todo en Borges sería un espejismo, para hacer, para construir, para inventar reflejos de aquello que nunca fue, y de ese modo penetrar con las fantasías a la realidad, como una suerte de trampa pero verdadera, y Borges sería la sociedad secreta que confecciona sus entronados y secretos Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, desde su voluntad y hacia nuestras sosegadas capacidades de percepción.

Sepa quien qué inserciones borgeanas ya habitan entre nosotros sin que no nos hayamos dado cuenta.
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