[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 27 de Marzo de 2007]
Esta suerte de estallido de caras cuadradas o trapezoidales de un poliedro inventado, que es este “Hombre” tocando la “Guitarra” resulta explicable, hoy por hoy, cuando vemos a los computadores desgranar efectistamente cuerpos complejos y orgánicos en las partes regulares a partir de realidades complejas y reconocibles; nos decimos que es más interesante la destrucción de la realidad en sus partes constituyentes, en esos fragmentos que se vienen encima de la pantalla, que el “origen reconocible”.
Cuando Picasso pintó su hombre tocando guitarra buscaba, dice uno, desfragmentar el cuerpo de una persona (acaso cualquiera; acaso a partir de otro cuadro, o a partir de alguien que vio en la calle) con el fin de revelarse el secreto de la sucesión de impresiones que el cerebro busca registrar para “SABER” (“no pinto lo que veo; pinto lo que sé”) al hombre tocando guitarra y descolgarse del hecho evidente de la imagen contrastando en la retina como imagen fotográfica convencional.
Tendemos, en la vida, al fotograma discreto de entre la sucesión del plano secuencia de nuestra existencia; recordemos a Marcel Duchamp con su “Desnudo Bajando la Escalera”, y contrastemos esa sucesión de impresiones casi amorfas de estelas de color familiar, desarrollando su coreografía de descenso, y pensemos en la destrucción de nuestra percepción para adentrarnos en “el destello”, “el relámpago” “el encandilamiento” de la realidad en nuestra retina, para abandonar la existencia como una postal de San Marcos de Venecia, rígida y fugada en sus percepciones instantáneas; y desde esa destrucción o instrucción o retracción o contracción o desfragmentación de la realidad entenderemos a ese ejercicio único de Picasso en relación al simple ejercicio de tocar la guitarra.
Ni siquiera ver, pero si entender que el hombre que toca la guitarra es el hombre y su sucesión de miradas repentinas y encadenadas, que plasman acaso más que el hecho y no menos que el acontecimiento del espacio transfigurado por la sombra del cuerpo del hombre que toca la guitarra y que al tocarla establece el campo del espacio y del tiempo sometidos a una totalidad de efectos y fenómenos encadenados en suma, para establecer la secuencia espacial relacionada; sin más colores que acaso uno solo degradado en brillos y sombras del estallido, pues no será el color pero si la forma la acontecida en esta obra, que no alabo, pero si comprendo a cabalidad en la otra sucesión de planos secuencias establecida por la sumatoria de cuadros cubistas de don Pablo, renegando de hacer matrices de conceptos repetitivos a ultranza y dejándose llevar por el “cada vez” de aquella mirada potentísima, que se allegó o ayudó a detonar al hombre moderno en su paso por un mundo a ser destruido analíticamente en cuerpos, átomos o pensamientos, desligados del sistema vinculante, llámesele naturaleza, universo, u otra denominación coherente.
1 comentario:
Recuerdo haber leido este comentario tuyo antes de conocer la pintura aludida en "vivo y en directo" y cuando no entendia para nada a Picasso. Ahora leo nuevamente tu comentario y han cambiado varias cosas, entre ellas, entiendo mas los estilos de Picasso y ademas tuve la oportunidad de examinar el cuadro del que hablas por mucho rato en el museo de arte de Filadelfia hace unos meses atras.
El cubismo analitico no es lo mio, sus colores apagados no lo son, pero lo que si me atrae [esto es algo que aprendi a degustar en el 2007] es la conexion con la relatividad de las perspectivas, basado en lo que planteaba Einstein. Admiro profundamente la creatividad de Picasso para atreverse a expresar el movimiento y el tiempo en una pintura.
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