miércoles, 21 de noviembre de 2007

La Meditación como Fuente y Manantial de las Artes

Convencido estoy de que Jimi Hendrix meditaba en sus improvisaciones.

La meditación a la que aludo es aquella que se logra, en la medida de las posibilidades de cada quien por cierto, cuando surgen expresiones manifiestas y directas del propio ser o de la propia personalidad, o inclusive de los propios avatares y vivencias que se suceden como secuencias de matices, texturas, tiempos, “aires” o estructuras propiamente tales desde una u otra disciplina. Esta transferencia desde el evento hacia su manifestación gestual interpretativa es misteriosa, y diversa en su espectro de posibilidades.

Quien medita en su actitud creativa deja salir desde sí, no como exabrupto, pero si como testimonio del orden del mundo del cual se hace autor.

El artista ordena estas meditaciones como obras, pero seamos claros que “artista” es cualquier ser humano capaz de establecer los puentes necesarios entre gesto, estructura y actitud correspondientes, de manera tal que ellas se crucen, se condigan o dialoguen hacia las sintaxis necesarias desde todos los estratos o niveles de conciencia o lucidez.

Gesto como señal
Estructura como orden explicita o implícita de la señal
Actitud como sentido profundo en suma

[Esta trilogía es persistente en mi trabajo; el gesto, la estructura y la actitud son viejos indicios del orden de cosas que se producen en y desde cada individuo humano].

Jimi Hendrix, en el desarrollo propio de sus secuencias de sonidos, matices, texturas y diversas maneras de tocar su guitarra, daba cuenta no de la experimentación propia del laboratorista, sino que presentaba la intensión de hacer obra sus caminos, volcados desde sí y hacia los demás. Hendrix se entregaba al fluir disperso de sus propias secuencias espirituales, constatables en los surgimientos propios de quienes no prevén, pero si inauguran, aparte de cualquier talento, esta suerte de pontificado del espíritu hacia los destinatarios dispuestos.

Y sí; algún día podré escribir, espero y aspiro, como Hendrix tocaba su guitarra; con tal estado de meditación y tal fluidez desde el alma y el cuerpo, con la forma propia de la secuencia de hechos volcados sobre el tiempo y el espacio de lectura; para dejar en los textos constancia del estado gestor.

Tales Actas aspiro a materializar; tales obras; tales logros. No me voy a venir a engañar en falsas aspiraciones discretas. Que lo consiga o no ya es otro tema, pero algún día me gustaría por una vez sentir semejantes transferencias por sostenidos instantes registrados.

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