El contraste entre ambiente y despliegue corporal implica la tensión predominante. Es como si las mejillas, las aposturas y los personajes en general fueran la cara visible de un ámbito confuso entre pereza, ademán y terruño. La compenetración de aquellas cosas aludidas arrojan ineludiblemente “él” gesto de la obra, inconfundible por lo demás en este pintor.
¿Qué vemos cuando vemos a los hombres dejarse llevar por su evidente gestualidad homogénea entre sus miserias y sus realidades? Brueghel pinta al hombre, pero ese hombre es siempre el mismo; en cada persona está la misma persona. ¿Cuál es esa persona que se repite y reitera en su dejarse estar flácido, campechano y resignado, al borde de una náusea extrañamente plácida y derrumbada?.
Acaso el silencio ante semejante abstracción nos dice más que una respuesta propiamente tal;…
…”La música, los estados de la felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.”, nos comenta Borges en su obra “La Muralla y los Libros”…
…Luego acaso el silencio que encuentro en la mano de Brueghel y su modo de pintar siempre al mismo ser humano eternamente reflejado en todos sus personajes, ¿puede ser pariente de aquella revelación al límite de la impotencia?
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