[no intente comprender; entre líneas se dibuja una silueta
el mundo de lo explícito se cubre de hojas secas
y enmarañados argumentos]
Llevas la suerte prendida como un alfiler de gancho sobre tus espaldas,
junto a las señales de raspaduras y golpes sordos,
sobre un chaquetón mullido y dispuesto.
Como vas es como llegas,
así de enfrentado a la maraña de desaciertos y malentendidos.
Sabes lo necesario y dispones la mirada para desentrañar claves dispersas
ante un cielo azuloso y lejano;
todo distante,
dejas la huella sobre la nieve del camino;
y solo las tuyas se distinguen;
solitariamente te alejas hacia una estancia recogida,
mientras pasan las aves,
se allegan las eras
y se añejan los rostros de quienes conociste;
visto así,
solo estamos quietos
como Guillermo Tell,
atado al árbol del destino
y a sotavento;
rasga el aire la flecha del designio,
y parte en dos la más querida suerte y manera.
Todo así,
te dejas ir;
todo es abismo y suerte;
todo pende de tu cuerpo,
el que cuelga de un gancho derruido y solemne.
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