martes, 31 de julio de 2007

El Deseo

El deseo es una falta de control que se imprime físicamente en espacios puntuales y determinados del cuerpo y del pensamiento. El deseo es irrefrenable y potente. El deseo es intenso, el deseo es cadencioso y desesperado. El deseo es dulce y torturador. El deseo desfasa al pensamiento y lo conduce. El deseo es humano y pedestre. El deseo es inclusive canibalesco y agresivo. El deseo es fugaz y llevadero por momentos. Pero el deseo es frenesí y desesperación. Corremos por las calles por nuestro propio fragor y despejamos toda selva y desvergüenza para entrar en cuartos prohibidos y desafiantes. Tomamos lo ajeno, dejamos lo propio. Huimos. Volvemos. Nos paseamos como león enjaulado aunque estemos confinados en un campo interminable. El deseo es agridulce. El deseo es grande como la mirada agreste que se desvive en las texturas de rocas y acantilados. Rompen los embates de océano y golpiza en nuestro pecho. El deseo duele y punza. El deseo es maravillosamente así. ¿Nos has querido, acaso, devorarte aquel cuerpo que te enloquece y que calza en tus cadencias como lo hace la placa tectónica desgranada en sismos y avalanchas, mientras un lodazal inmenso arrebata las serranías de tus miembros y los cercena y atormenta cual casas desgajadas en rupturas y devastación?.

2 comentarios:

Sergio Meza C. dijo...

(Lo siento, pero temas como el que abordo en este post provocan reacciones destempladas en los que vienen a comentar; no se pueden controlar)

Anónimo dijo...

Veo, Sergio, que también has eliminado mi comentario, tu respuesta y mi escueta réplica.
¡Con lo bien que nos habían quedado....!

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