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Manejando mi auto, pasaba por un camino cualquiera por donde se sucedían evidentemente las cosas, a unos 60 kilómetros por hora (37,28 millas), y repentinamente comenzó a sorprenderme la tácita sucesión de los eventos. Ellos eran inamoviblemente parte de un sistema de presentación de contextos que se presentaban en torsión y modelamiento, como lo hace un valle a los ojos de un helicóptero a baja altura, cuando sus árboles giran en obediencia al recorrido de la nave. Me dije ¿por qué tiene que ser obvia la sucesión de las cosas; ¿por qué no nos vemos repentinamente suspendidos en una suerte de permanente ansia de cambios que se anuncian pero no se presentan?, y cada uno estanco en su suerte de quieta condición de ser “la piedra redondeada que espera su suerte en el lecho de un río seco”.
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El estado contemplativo al que aludo transformaba el espacio, haciendo que cada cosa pareciera extraordinaria, sin ser más que lo que siempre fue, con sus cerros de hace millones de años estancados en su deshacerse.
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Milagrosamente pasa que se presentan las cosas así, extraordinariamente sujetas a la interrogante y al asombro, sin dejar de manifestarse en lo que aparentan, paradigmáticamente bien definidas, pero en una suerte de suspenso de identidades, para, repentinamente sufrir el cambio de su ser, y transfigurarse, en la más esplendorosa de las subjetividades, como lo que podrían expresar o manifestar si alguien se lo requiriera.
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En una película que ví por ahí por 1997, cuando iban a cerrar el Cine Santa Lucía, y hacían proyecciones en beneficio de los empleados, dieron “Y la Biblia Tenia Razón”, que trata de los hechos que realmente pueden ser verificados con alternativas soluciones bastante verosímiles y de común acontecimiento, en los lugares donde ocurrieron ciertas manifestaciones extraordinarias narradas por la Biblia.
5
El maná se puede identificar con una suerte de pelusa de origen vegetal que efectivamente vaga por ciertos lugares de Palestina; suelen arder ciertos matorrales de forma espontánea en aquellas tierras, y hay partes de cursos de agua involucrados en la huida de los judíos desde Egipto, por donde se puede cruzar a pie en determinadas condiciones, cuando por donde mismo los carros se ven imposibilitados (su vegetación, el ritmo de crecidas y descensos de las aguas en forma natural, etc).
6
El monte Sinaí, obvia, pero muy obviamente, no es más que un peñón reseco, adonde nada extraordinario sucede, salvo que, por efecto de la concentración de calor y el reflejo de ciertas rocas de textura clara, se detona la combustión espontánea de arbustos.
7
En un determinado momento de trascendentales encrucijadas, un cierto judío, bastante aburrido ya con el comportamiento díscolo de quienes le seguían en su éxodo, lejos al parecer de sus tierras, y dotado de la formación que solo los descendientes de faraones tenían, sediento de señales orientadoras, vio en aquel fenómeno espontáneo de la naturaleza de la combustión de arbustos, la manifestación de Aquel que sostiene sobre sus atributos permanentes y atemporales, al florecimiento del transcurso del tiempo y a la expansión del espacio en la apuesta de fragor y evolución desde lo simple a lo complejo de las potencias del ser, que se despliegan y decaen, cuando todo late y vibra en paralelo.
(Con lo anterior quiero aludir a la manifestación de Dios ante Moisés en el Monte Sinaí, pero dicho de un modo suscitante, así como dar a entender que no es que no sea importante el evento, solo se trata de ver que no basta Dios Padre, si no se manifiesta Dios Espíritu Santo)
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Dios Padre: presencia latente y elocuente de Aquello esencialmente “originante”
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Espíritu Santo
Armonía del mundo “conmigo” (“contigo”) en el abandono del “Yo” y el “Ello”
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Entonces, y vuelvo a lo primero, será cosa de dilatar los acontecimientos, y dejarlos suspendidos en una memoria presente que apresa el ser actual y reciente de su mundo, para darse la detonación de lo extraordinario en el curso ordinario del fragor de latidos del mundo ante nuestra vista, adormecida o exaltada, según sea el caso y ante las apuestas de la propia vida que has elegido.
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Lo extraordinario del mundo depende de cada quien, y de la actitud a la que apueste, la que siempre tendrá un precio que pagar.
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Si eliges el emprendimiento vertiginoso de la construcción del mundo ante sus dispositivos aceleradores de producción y acción, obviamente el tiempo transcurrirá con esa misma “eficiencia”.
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Si eliges la paciencia de quien busca la permanencia de las cosas en su ser simple y estanco, sentirás que todo tiende a la no sucesión repentina, presentándose cada eslabón del tiempo como una suerte de “presente”, siendo bastante probable que aquellos que se tragan la vida, te intenten tragar también, de uno u otro modo.
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Mi vida es como se expresa mi personalidad; atolondrada y exageradamente meticulosa en detalles algo intrascendentes; busco la seguridad en rituales domésticos algo risibles, y por momentos manifiesto una suerte de temperamento impaciente. Con lo anterior quiero decir que no es una taza de leche mi viaje por los espacios donde elegí evolucionar y decaer en la existencia. Pero con todo, recorto del continuo espacio-temporal algunos instantes que tienden a lo expansivo más que a lo repentinamente superado. Esto anterior es la clave de mi felicidad. Soy feliz por esto, y no por la suerte de riqueza incalculable que mi familia me presenta, así como para ser en ellos la manifestación del amor del otro en lo uno y viceversa.
No olvidemos que hay quienes todo lo tienen y no se sienten afortunados; tienen amor, tienen recursos y tienen la formación necesaria, y no obstante esto caminan agachados y con la vista pegada en el suelo.
Es posible, aventuro, que la felicidad no sea más que una cambiante pausa de la vida ante sus acontecimientos, desde la cual ves la plenitud recortada, sin más seguridad que su final y su potencia.
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Ser feliz, acaso, podría no ser más que la suspensión del propio ser conciente, ante el caudal de simpleza detonada en nuestros ojos, no relacionándose propiamente tal con la belleza ni con la alegría (“ja ja ja” y todas esas cosas), pero sí con la conciencia del sentido pleno adverso o favorable de un mundo en marcha en un Universo en transformación.
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Con todo, es fascinante este “tiempo”, o más bien la temporalidad de las cosas en su devenir transcurrido, mientras se contrastan el paso de la muerte peregrina de lo uno con la persistencia de lo otro. El tiempo se percibe en contrastes de eventos, más o menos homogéneos en su paso. El tiempo es un continente más de nuestros eventos, toda vez que sin él no fluye lo existente y aquello por existir desde su potencia eficaz. Si no fluyen los instantes, no tiene lugar el cambio; el cambio Es el tiempo, manifestado en sus consecuencias. Si nada cambia, eso es porque el tiempo no transcurre, por mucho que el espacio se expanda, se contraiga o permanezca.
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¿Es el tiempo una consecuencia?
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¿O es el tiempo el motor mismo del Universo?
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2 comentarios:
Sergio,
Me gusta mucho como estas escribiendo y este post en particular, por lo menos para mi es ...mmm... "iluminador"? Esa parece ser la palabra.
Coincido contigo en que el ser feliz podria implicar la conciencia plena del proceso de nuestras vidas, definitivamente suena como la "llave magica". Espero no haberte mal interpretado; en todo caso, tu post es "delicioso" ... :o)
Y otra vez muchísimas gracias.
Contento de poder meterme en rollos tan subjetivos como mi propia "percepción" (este concepto es más elástico que compromiso de cumplimiento de horarios de un chileno), y no salir todo lleno de relatividades y preguntas que ponen en tela de juicio todo lo escrito.
Esto de llamar "Actas de Meditación" a los textos, ha sido muy útil para mí, pues de lleno me hago cargo de que el proceso de escritura en sí, es lo mismo que esas suertes de posiciones y actitudes de otras disciplinas de meditación; medito escribiendo, con la suerte de que el propio acto de meditar deja "Actas" que es más que una foto del tipo entregado a su afán; son actas, no registros, por lo que se inmiscuye el camino interior en los instersticios de las palabras.
Ya veré cómo esto de las Actas se extienden a las obras de arte en general. Bien sabes tú, como lo hemos conversado en más de alguna ocasión, que hablando no me siento tan cómodo, ni resulto ser tan explícito como escribiendo, así que bien y a seguir disfrutando de estos "40" tan plenos.
¿Podría ser el afán de creación artística una modalidad de meditación?
Gracias por colaborar a ir poniendo destacador en algunas cosasd e mi camino (creo colaborar de un modo similar).
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