Pensar hasta hacerse de una idea afín mientras dure el idealismo, casarse con ella el mayor tiempo posible (ojalá la vida entera), buscarse una ocupación en el ámbito del poder, subordinando su capacidad reflexiva a sus necesidades pecuniarias, elegir un Padrino correligionario, comportarse con él como si fuera su empleador, cultivar la ciega obediencia, postergar toda crisis ideológica para siempre y, a cambio, sostener la tesis del "idealista coherente vitalicio", cultivar una activa militancia pendenciera en las redes sociales análogas y virtuales para no dejar duda de las posiciones asumidas a modo de mercadeo personal. Postergar todo pudor a las necesidades de la familia que contribuye a mantener y volverla la justificación suprema (como si antes no hubiera tenido las mismas intenciones laborales sin tener familia que sostener)
Existen excepciones; hay pobres diablos tan serviles, lamebotas y pendencieros respecto del estratégico mundo de las ideas, que lo hacen sin recibir NI UNO A CAMBIO. Se acabará el mundo pero no los imbéciles.
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