viernes, 3 de septiembre de 2010

Cotidianeidad del Ocio del Verano como Colmo de Contemplación Estética

[Para leer la segunda parte, fechada el 2 de Septiembre de 2015, hacer click sobre estas palabras]

[De mi antigua bitácora. Fecha original de Publicación 8 de Enero de 2007]

[©SmcArq] Soy como una suerte de permanente estancia quieta y silenciosa adonde todo es parte de la continua estabilidad; el polvo atañe a las cosas que se posan en las repisas, y toda la pieza no es más que un manto de inabordable dejación, fruto del polvillo del pueblo, y nada es foráneo y nada se destaca salvo una maraña de objetos diarios inconsistentes e intrascendentes. El orden campea y todo ha logrado su estable presencia. Y con aquella suerte de soledad, pasa un automóvil por el exterior de la vivienda centenaria de corredores y piso de ladrillos cuadrados, para enmarcar la dejación nombrada; y en aquella estancia yo, que me nublo y me desconcierto; renegrido un cabo de vela rosácea y añeja, sobre la antigua palmatoria. Un recipiente circular de polvos para la cara de hace cuarenta años se desluce y muestra sus pelillos apelmazados por los decenios de esporádico uso diverso; antiguas y desusadas tuercas y tornillos se mezclan con tapas corona de bebidas descontinuadas. Y de esa manera yo, que ya controlo y domino el lugar, me estoy tendido en la cama antigua y desvencijada para mirar el techo plagado de un color grisáceamente verduzco, fruto de más de ochenta años de alojar el vuelo pausado de pasajeras moscas; alguna vez las arañas posaron sus celadas ineficaces, pero ya ellas, las fibras de la cacería, solo son jirones de polvillo inconsistente; y de alguna manera todo eso es plenamente inverso a las arremetidas furibundas de los hombres, haciendo enconado brío en los lugares más visibles y estruendosos; para ser ellos no más que un ademán de exhibición de aptitudes banales y sensuales, en pos de no más que uno u otro apareo del cual ufanarse a vista y presencia; ver y ser visto; cuan lejos estoy de todo ello; ver y ser visto como un narcotizante modo de estarse en la vida; pues ella no sabe acoger, o al menos no lo enseña, a aquella contemplación de una vida que se tambalea al borde de la inconmensurable y silenciosa plenitud diferente y consecuente.
Esperé cuarenta años para entender que solo me debo a mi modalidad de ir por los lugares para reparar en la luz débil y estival que penetra por el boquerón profundo y solitario de la casa abandonada; y que ella no solo ilumina un pasado que se aprieta en los días del presente, pues a más redundar, no hay nada para mí más pleno que el paso distanciado del batallón que hizo huellas de fragor sobre las murallas tristes y adormecidas, donde los raspones y la pintura decaída solo guardan impresiones de ocasos y esperanzas eternas.
Pues solo es eterna la esperanza que sabe del arribo del sol al horizonte anubarrado, mientras se decantan las mareas de vida terminada y sobrepuesta.
Eso seré y soy; no más que un alma en aparente pena, gozosa de saber de la añeja torsión de la vida aplacada y guarecida, en los detalles infinitos de la vida de los hombres cuando ellos ya se han ido, aturdidos por las refriegas ambiciosas. Así seré y así terminaré arrinconando una, como bien decía, dicha extraña y singular, que solo me pertenece y con nadie comparto, salvo por uno que otro escrito, ahora que…
hoy por hoy
ya puedo hacerme
a la rivera
de la inercia
y la alegría

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