Godo hablaba de esta paradoja de percibir la continuidad en lo discontinuo y de, alternada o simultáneamente, percibir la discontinuidad en lo continuo, obviamente en relación a un hecho específico y único.
Siempre me acuerdo de cuando nos dibujaba en la pizarra su metáfora apoyada en la carrera de los 110 metros con vallas.
¿Cómo entiendo o cómo profundizaría en esta aparente paradoja, así como para explicarme de qué se trata esto?…
Pienso en una fuga de Bach, por ejemplo la “Contrapunctus 12, a 4 (inversus)” de El Arte de la Fuga. Es compleja, y mucho más compleja me resulta en lo personal pues de música entiendo tanto como la media; …
Ella, la fuga a la que aludo, es un continuo discreto, sumamente discreto, de la misma idea llevada a su inverso sobrepuesto en sucesivas acometidas (¿”a 4”?). La memoria no funciona en la percepción y goce de esta obra monumental; ella no está hecha para ser retenida, y por lo mismo se constituye como un monumento a la continuidad abarcable desde la audición, solamente como el recorte de la parte (la idea musical y sus variaciones) debidamente insertada en su justa medida de calce con el resto de la pieza, perceptible como el fragmento capaz de albergarla cada vez. Es difícil de explicar todo esto; esta fuga no acontece en el recuerdo; solamente se la puede asumir en su belleza cuando, momento a momento, entendemos que su abstracta manera de fluir no es completa sino en su esplendor de contrapuntada acometida, casi sin vacios (silencios).
La fluidez de esta fuga ES en su discreta percepción de notas prodigiosamente puestas sobre su asertivo lugar exacto, preciso y tenso; ¿cómo logró Bach esto?; ¿cómo construyó Bach la clave justa para poder engastar sus “mismas ideas fugadas” en su plena manera de hacer un fluido musical tan discreto, tan discontinuo y tan barroco cabalgando sinuosamente en el oído y el cerebro de quien disfruta la interpretación, debiendo abandonar la memoria y la retención.
Esta fuga no es posible recordarla, reitero, o por lo menos diré que me ha sido, en lo personal, imposible recordarla, tras oírla más de 100 veces.
Hace unos días estuve en este afán; en mi MP3 programé la repetición de esta pieza por horas, casi me olvidaba que la oía y me dedicaba a mis ocupaciones diarias, y la dejaba fluir sobre mi mente, y no alcanzaba a saber de ella sino como la idea inicial (inversa al parecer de la original y primordial que sustenta a toda esta obra denominada “El Arte de la Fuga”) que luego, transcurrido un segundo, dejaba de ser lo que era, para cabalgar en su sinuoso modo de construir abstracción hermosa sobre mi cerebro, gatillado desde el oído, claro está.
Soy de la idea que la percepción estética se encuentra presente en todos los oficios y dedicaciones humanas. Pero en un primer atisbo la belleza de un cirujano interviniendo no debiera tener nada que ver con la belleza de una demostración matemática, ni con la belleza de una correcta manera de resolver una solución de alcantarillado de un proyecto de loteo con construcción simultanea (intento ser heterogéneo en mis ejemplos).
Sin embargo, evidentemente la belleza es una sola, y aparece precisamente en la comunión del ritmo, capaz de habitar tanto en la mano del cirujano que interviene como en el ingenio de la torsión abstracta del matemático que dice, de dos maneras distintas, lo mismo, demostrando por un rodeo inmaterial que lo uno y lo otro son equivalentes.
Una demostración matemática tiene ritmo, y una intervención quirúrgica también lo tiene, sobre todo para los especialistas que presencian tales acciones.
Luego, creo entender que el ritmo podría comprenderlo, en lo personal, como “la oportunidad certera, explayada en su acometida elocuente de materia y forma acopladas por la más paradojal y vibrante sintaxis perceptible”…
Y claro, efectivamente es casi majadero el despliegue de palabras convergentes en la definición que me propongo en el párrafo anterior, pero debo reconocer que en lo personal no he encontrado mejor modo de decirme (a más no puedo aspirar) tal extraña aparente contradicción de eventos, donde todo muere y desaparece en La Forma, que de unidad se nutre, cuando ella misma se abandona en sus partes, que por obra y gracia de su multitud resurgen desde tal acople indisoluble.
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- Post desarrollado a partir de un comentario personal en
http://www.ead.pucv.cl/2010/el-ritmo/
Publicado por Jaime Reyes Gil • 28 de Abril, 2010 •
Categoría: Arquitectura, Diseño, Investigación, Postgrado
- Ilustración obtenida desde
http://www.yatzer.com/1781_zaha_hadid_in_the_rhythm_of_j_s_bach
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