Cuando he logrado seguirlo, navegando por sus enconadas traducciones, siento que, desde el hilo que tiende para la conciencia, nos lleva por caminos solitarios donde, fuera del rasgo de mundo que delinea, no hay nada sino Ausencia Absoluta, que casi se palpa de reojo si atolondrados recorremos sus filones de iluminación.
La obra de Heidegger es esencialmente inaugural, y en ella somos mineros excavando entre el silencio y la duda que nos abraza y nos conmueve.
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