Es libre quien acepta su profunda condición y desde tal debate su esencia, pero también es libre quien siente y actúa sin restricciones a priori sobre las propias opiniones y tendencias. Libre de pensamiento es aquel que no entorpece su meditación por paradigmas impuestos, de tal modo que logra arribar a sus propios pensamientos. No será libre aquel que se encuentra atrapado en ideas que ni siquiera ha debatido ante sí. Pero también es libre quien, arrojado al mundo, emancipa su condición y la deja fluir al mayor orden natural. Un pájaro es libre si abandona su vuelo a su ritmo de apareo y migración, siguiendo el decurso natural del tiempo, las estaciones y los ciclos de su existencia. Libre será entonces, cualquier entidad viviente capaz de establecer sus reglas connaturales. No será libre quien, a contra canto hace su parecer, sin perjuicio de su propia conciencia, que se manifiesta como la medida de la acción.
Es libre quien libre se siente, si coloca a su sentimiento paralelo a su escrutinio, ya que el hombre libre es quien piensa en su existencia, como si fueran dos hombres en uno; con el primero siente y actúa, con el segundo medita y analiza.
No necesariamente es “liberador” un llamado a obedecer, cuando tal obediencia no se adhiere al juego de otras libertades. Inclusive libremente puede morir un hombre si abandona su voluntad ante la imposición de un fatal destino ineludible que lo involucra en soledad. Pero no es libre quien a voluntad se elimina, cuando encerrado se siente en sus tribulaciones. La libertad no impulsa hacia lo destructivo; ella es generadora de creatividad y surgimiento. Libremente sale el sol en su tránsito moderado por el ciclo de otros que así lo perciben, metafóricamente hablando. Entonces será liberadora la concepción del universo que establece el orden de las cosas que, superadas de su potencialidad, existen para ser en el decurso de las cosas del mundo, de los mundos y del cosmos propiamente tal.
Libremente escribo estas palabras, sin impulso mayor que el de mi vocación naturalmente elegida, en una especie de simbiosis prístina entre mi necesidad de trascendencia y su esplendor afortunado. Y libremente establezco las sintaxis que mis antecesores me enseñaran, sin las cuales difícilmente podría darme a entender, mas libre soy en este campo de romper estas reglas cuando sea necesario, si tal imperio novedoso puede dejar a otros mundos surgir de improviso ante la lectura y pertinencia de los otros.
No es libremente que rompo por simple capricho el ordenamiento de un texto, pues desde este libertinaje, desordeno al mundo sin destino conocido.
La libertad conoce rumbo y lo encamina; la libertad es detonante de sentido cuando tal se desempeña.
Libremente damos sentido al mundo, cuando este sentido arroba al liberado, ya sea en su autoría o en su interpretación.
Libre será la gente de interpretar las libertades que el arte genere, entonces, para cerrar este ciclo infranqueable, donde se hace y se deshace con un rumbo percibido.
Por todo lo anterior, la libertad es relativa a la propia condición y origen natural, siendo distinta en sus formas para cada cual, sin perjuicio de ser, esencialmente, sustrato de sentido y destino edificante.
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