1
Ingenuo reflejo inverso
Me gustan mucho las películas donde se muestra la conducta normal y acostumbrada de los llamados “delincuentes” o “criminales”. De ellas, las relacionadas con la Mafia Siciliana son mis predilectas. ¿Por qué?, yo creo que la respuesta es algo compleja, pero en gran parte pienso que puede ser, acaso, porque representa todo aquello de lo que no me siento capaz de llevar a cabo por causas naturales, sociales, culturales o ambientales. Me he criado en un ambiente relativamente sano (espero; nada es definitivo en estas cosas cuando es uno mismo quien analiza las propias cosas), y siempre, de mis familiares he recibido señales que considero contundentes al respecto, salvo por ahí alguna caída natural de alguno. Todas las familias tienen estas cosas, unas más que otras.
Me acuerdo de mi abuelo Sergio Eduardo Concha (Médico Cirujano que en la actualidad ya tiene 95 años) siendo majadero en sus ordenamientos en lo relacionado con “las platas” y, en relación a esto, desde muy niño fui testigo de sus ansias por pagar sus cuentas; estar al día; no deberle a nadie; a nadie desconocerle un solo peso, al punto de ser reiterativo e insistente al respecto; él no sabía que lo escuchaba, durante mis vacaciones, cuando se sentaba en la noche en la galería de la casa de campo, por largos ratos, a revisar cuentas con su cuidador y mediero de la Parcela Troncos Viejos, originalmente de diez hectáreas, que tenía en El Cerrillo (Rengo). Tras largas conversaciones todo calzaba; ninguno de los dos tenía nada que desconocerle al otro en las cuentas grandes, habiendo constatado en lo personal que este cuidador se caía en detalles cotidianos de dedicación y tiempo destinado a las tierras de mi abuelo, en relación a otras que también atendía. Pero eso era esperable; tres o cuatro hijos liberaban a esta persona, en mi opinión, de mayores culpas al respecto. De mis viejos ni hablar; tendría que ser muy olvidadizo si no recordara alguna circunstancia en la que me hubiera enterado de alguna falta de ellos para con los demás en estas cosas, o en otras. Sumado a su comportamiento solidario con sus amigos y parientes (en extremo en algunos casos), nada que hablar; nunca viajamos de vacaciones (salvo una sola vez); nunca tuvimos grandes lujos ni grandes ostentaciones, excepto vivir en un buen barrio de Viña del Mar (impuesto territorial de por medio), gracias a que éramos cuatro personas, de la cuales dos eran profesionales activos y la otra tenía su jubilación, más quien les habla; el único “gasto” de la casa capaz de caminar en dos pies. Contribuciones al día, préstamos servidos a la perfección, estabilidad laboral de ambos (eso sí; cero tendencia al riesgo financiero). Y así, una moderada austeridad de clase media chilena, que me acostumbró a este “mal hábito” de servir, en los términos más generales que se puedan pensar, los compromisos gruesos de mayor importancia en todas las esferas acostumbradas. De lo demás sería demasiado fácil hablar; que el afecto, el interés en las personas prioritariamente, y todas esas cosas relacionadas con los atributos éticos propiamente tales, de las cuales me abstengo no por su calidad, sino porque es muy desagradable escuchar a otros (a quien suscribe en este caso) hablar de aquello, toda vez que es difícil darles crédito. Con el dinero es distinto; es perfectamente posible dar credibilidad a estas cosas, y hasta es verificable científicamente.
2
Mi percepción en relación al tema propiamente tal
En este contexto, reitero, todo el mundo del crimen organizado ha sido, siempre, para mí un imán poderoso; en él todo vale, con la misma responsabilidad y esmero, pero a la inversa de lo que me ha tocado ver en mi proceso de formación. En este mundo distante, matar es un hábito, mentir un deber, robar un trabajo y delinquir un modo de producir riqueza.
Es apasionante; todo al revés; no saber de límites, asumir riesgos infinitos; vivir en el filo de la navaja; dormirse con la espada de Damocles sobre la cabeza desde que se nace hasta que se muere, morir en las peores circunstancias, rociado de bencina e incinerado, degollado, acribillado a extremos nauseabundos, desmembrado con un hacha en presencia de alguno de tus seres queridos, ser hundido en un río con zapatos de hormigón, desangrarse “con la lengua puesta de corbata” previa traqueotomía ad hoc, o cosas por el estilo. No me explico cómo diantres puede existir gente capaz de tales extremos y seguir existiendo por vidas enteras. Se casan, forman familias, crían hijos, que pueden ser incluso un dechado de virtudes. Se esfuerzan, no se si efectivamente, por apartar a su hogar de las atrocidades infinitas y directamente proporcionales a la frialdad con que las cometen, y caminan por las calles en relativo control de sus actos. El tema de la honra es otro en esta cultura que aludo; es otro el parámetro del deber; sus labores tienen que ver con el “cuidado del negocio”, que es el de administrar el terror en los territorios que detentan, cobrando contribuciones vastas o llevaderas, a sus, podríamos decirlo, vecinos y clientes. Si sus “protegidos” pagan, pueden llevar la vida que quieran, al abrigo aparente de esta suerte de paraguas virtual de control y feudalismo anacrónico, del cual se abstraen en sus vidas y asumen sus costos y deberes, como si fuera otro tipo de sistema, del cual, como en el caso de la basura domiciliaria, se intentan olvidar de su disposición final, no queriendo saber más de la cuenta. Es como si el espacio, el tiempo y la realidad fueran otras. Es como si fueran distintas las cosas que uno ve; acaso cegado por la ilusión de la generosidad y la llamada honradez, de la que uno espera ser referente, acaso discreto, pero vigente, escépticamente separado y distante del mundo del crimen culturalmente consolidado, país con país, región con región, ciudad con ciudad y barrio con barrio.
Me imagino que el individuo criminal de este mundo al que aludo, el del crimen organizado mafioso o de otro tipo similar, ya sea irlandés, japonés, ruso, norteamericano, colombiano, turco, liberiano o ugandés, cuando ve una flor, es otra la belleza que percibe, pues otras debieran ser las resonancias que recoge del mundo que concibe; se ve con lo visto y vivido de antemano. Veo una puesta de sol con mi dedicación a mis labores de arquitecto, como otros, en la aludida vereda del frente, verán lo mismo con sus deberes de sicarios descuartizadores “serrucho en mano”. Pero sus gentilezas y modales perfectamente pueden superarnos; su carisma puede llevarlos a los más conspicuos círculos sociales, siendo ellos algo así como imanes a cuyo centro se converge en un juego de morbosidad generalizada. Alfonso Capone es un ejemplo conocido. Casi un juego social era reunirse con él o saludarlo en la calle; “que viva el bueno de Al” le gritaban, a sabiendas que mientras caminaba serenamente, sus obreros subordinados, mataban, torturaban, robaban, amenazaban con fines específicos, se inmiscuían en sindicatos, dirigían elecciones democráticas, financiaban y traficaban a mansalva, teniendo comprada a partes importantes de la policía, de la cual se servían, navegando en aguas transversales a su curso, con la maestría de un Capitán de la Marina Mercante en plena tormenta.
3
Mirada que considero de interés
La metáfora es acertada; la manera de navegar por el océano de la vida de este tipo de instituciones y personas, es la que corta las olas y arremete de frente al temporal, cuando uno, a diferencia evidente, se nutre de la misma cavidad oceánica, en paralela formación en relación a la ley que forma parte del baile y decurso de las olas, surfeando siempre la misma ; mecidos y cegados por una ilusión jugada que podríamos llamar “normalidad”. No vemos o no queremos ver a estos viajeros frecuentes, en plena tormenta, avanzando por encima o por debajo de nuestras cabezas, según sus leyes y referencias, hacia destinos distantes y desconocidos, pero siempre con fines bastante evidentes, como son el poder a cualquier precio, y por cierto que el mismísimo dinero en sí, al cual aludo al inicio de este escrito. Pero “nosotros” siempre en la misma ola, buscando el valle de la misma, sin visión nocturna ni distante percepción. Lo anterior porque no queremos romper la regla del lugar donde hemos plantado apuesta; ella es nuestro norte y a lo largo de ella nos desplazamos, aunque de hecho sabemos de su quiebre cotidiano, y somos acaso alimañas recónditas de pensamiento, sueño, ambición o vértigo. Formamos parte de la suerte de grupal resquicio de leve transgresión de la norma, que permite al mar, no obstante, ser en su ley de turbamiento y amenaza.
Entonces no necesariamente somos la luz de aquellas sombras a las que aludo, pues la vida de los hombres entreteje su trama, mezclando virtud con maledicencia, sin perjuicio de la labor o la faena salvadora de aquel que, no obstante su sino, sabe del trazo grueso que señal y redención confiere. No necesariamente salva el que da, ni condena el que quita, ya que no vive solo en este mundo, ni condice sus actos con la resultante del destino de todos los hombres sobre la faz de la Tierra.
Entonces quedamos estupefactos, atentos a cualquier señal extraña al respecto. Conozco personas que, al igual que mi abuelo, servían sus deudas, pero en lo extraño de sus mundos escondidos ejercían sorprendentes actividades, agregadas al hálito de normalidad, como se adhiere al casco del barco el liquen indeseable.
Entonces el telar de los hombres se desarrolla de un modo más rico en coordenadas, intersectadas en sus propias apuestas, tras una especie de convergencia de diversos y coordinados planos de urdimbre, que se entretejen con otros acometidos a diferente ángulo rector, quedando algunas hiladas convertidas en el trazo intersector de rumbos. Luego, nuestro aporte es siempre extraño y diverso, y sus sentidos son los del trazo general correspondiente a todas las intersecciones de planos de urdimbre, en este telar del hombre y su apuesta generalizada.
“El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”, a sabiendas de su potencial y probable desconocimiento del aporte final de su propia apuesta, dado su potencial general de aporte, en la convergencia de todos sus planos de acción y omisión que al respecto se puedan considerar; qué se yo; amor de padre, entrega en grado sumo sin interés, o a desmadre, administración de los tiempos ajenos para el propio beneficio de modo sutil y permanente; amabilidad extrema pero desidia pertinaz; belleza física agregada a la horripilante esencia que acaso se porta; servicio publico y acciones positivas llevadas a cabo en atención a una generatriz torcida que aporta sus beneficios mezquinos en la gran suma de tiempos destinados a la faena, a distracción de los que a conciencia se omiten y administran; buenas intensiones llevadas a cabo con una distraída negligencia; cuentas precisas llevadas a cabo para saber cuanto no dar; administración del talento para el propio beneficio, olvidando el servicio hacia la disciplina en sí; o, a la inversa, entrega heroica aparente a la vocación pura, en pos de olvidarse de las obligaciones irrenunciables con los más próximos; entregarse al trago culpando a la vida, o dejar todo vicio para restregarlo a los otros sin piedad, …
…y cosas así ¿no?.
4
“La Pulenta”
Debo reconocerles, que hace unos años no habría sido capaz de aludir a tales aspectos, por cuanto con el tiempo se va entendiendo todo esto; las sutilezas ganan la partida en la sociedad de los hombres. Ellas mandan, se suman al tren de los remanentes poderosos, dejando deltas de acción premeditadamente breves, como para no ser reconocidos, salvo por un “colega” canalla, que tan serio y responsable se siente como el perpetrador, y sin el cual seríamos nada más ni nada menos que los perfectos ahijados del mismísimo demonio.
Valga el desviado remate, que suma y equilibra a mis dos ámbitos aludidos; ingenuos el uno y el otro en definitiva en su presentación, la primera desde el cariño, y la segunda desde el Cine propiamente tal, pero en suma iluminadores ambos al parecer.
Que el que tenga tejado de vidrio, ponga oídos y sentidos.
Sería todo por hoy. Hasta pronto.
____________________________________
(Filmografía Referencial: “El Padrino”, “El Padrino II”, “Good Felas”, “Cara cortada”, “Tiempos Violentos, “Los Infiltrados”
Currículum Vitae ad hoc: mis años de Director de Obras Municipales, con todas las ofrendas y regalos que tuve sobre la mesa y que “estúpidamente” rechacé, como viviendas llave en mano, automóviles cero kilómetros, sociedades jugosas, acciones retribuyentes, y cosas así, sin perjuicio de ser esporádicas, me imagino que no es la cantidad sino la instancia y el momento lo que implica el impacto en lo propio y lo ajeno)
Ingenuo reflejo inverso
Me gustan mucho las películas donde se muestra la conducta normal y acostumbrada de los llamados “delincuentes” o “criminales”. De ellas, las relacionadas con la Mafia Siciliana son mis predilectas. ¿Por qué?, yo creo que la respuesta es algo compleja, pero en gran parte pienso que puede ser, acaso, porque representa todo aquello de lo que no me siento capaz de llevar a cabo por causas naturales, sociales, culturales o ambientales. Me he criado en un ambiente relativamente sano (espero; nada es definitivo en estas cosas cuando es uno mismo quien analiza las propias cosas), y siempre, de mis familiares he recibido señales que considero contundentes al respecto, salvo por ahí alguna caída natural de alguno. Todas las familias tienen estas cosas, unas más que otras.
Me acuerdo de mi abuelo Sergio Eduardo Concha (Médico Cirujano que en la actualidad ya tiene 95 años) siendo majadero en sus ordenamientos en lo relacionado con “las platas” y, en relación a esto, desde muy niño fui testigo de sus ansias por pagar sus cuentas; estar al día; no deberle a nadie; a nadie desconocerle un solo peso, al punto de ser reiterativo e insistente al respecto; él no sabía que lo escuchaba, durante mis vacaciones, cuando se sentaba en la noche en la galería de la casa de campo, por largos ratos, a revisar cuentas con su cuidador y mediero de la Parcela Troncos Viejos, originalmente de diez hectáreas, que tenía en El Cerrillo (Rengo). Tras largas conversaciones todo calzaba; ninguno de los dos tenía nada que desconocerle al otro en las cuentas grandes, habiendo constatado en lo personal que este cuidador se caía en detalles cotidianos de dedicación y tiempo destinado a las tierras de mi abuelo, en relación a otras que también atendía. Pero eso era esperable; tres o cuatro hijos liberaban a esta persona, en mi opinión, de mayores culpas al respecto. De mis viejos ni hablar; tendría que ser muy olvidadizo si no recordara alguna circunstancia en la que me hubiera enterado de alguna falta de ellos para con los demás en estas cosas, o en otras. Sumado a su comportamiento solidario con sus amigos y parientes (en extremo en algunos casos), nada que hablar; nunca viajamos de vacaciones (salvo una sola vez); nunca tuvimos grandes lujos ni grandes ostentaciones, excepto vivir en un buen barrio de Viña del Mar (impuesto territorial de por medio), gracias a que éramos cuatro personas, de la cuales dos eran profesionales activos y la otra tenía su jubilación, más quien les habla; el único “gasto” de la casa capaz de caminar en dos pies. Contribuciones al día, préstamos servidos a la perfección, estabilidad laboral de ambos (eso sí; cero tendencia al riesgo financiero). Y así, una moderada austeridad de clase media chilena, que me acostumbró a este “mal hábito” de servir, en los términos más generales que se puedan pensar, los compromisos gruesos de mayor importancia en todas las esferas acostumbradas. De lo demás sería demasiado fácil hablar; que el afecto, el interés en las personas prioritariamente, y todas esas cosas relacionadas con los atributos éticos propiamente tales, de las cuales me abstengo no por su calidad, sino porque es muy desagradable escuchar a otros (a quien suscribe en este caso) hablar de aquello, toda vez que es difícil darles crédito. Con el dinero es distinto; es perfectamente posible dar credibilidad a estas cosas, y hasta es verificable científicamente.
2
Mi percepción en relación al tema propiamente tal
En este contexto, reitero, todo el mundo del crimen organizado ha sido, siempre, para mí un imán poderoso; en él todo vale, con la misma responsabilidad y esmero, pero a la inversa de lo que me ha tocado ver en mi proceso de formación. En este mundo distante, matar es un hábito, mentir un deber, robar un trabajo y delinquir un modo de producir riqueza.
Es apasionante; todo al revés; no saber de límites, asumir riesgos infinitos; vivir en el filo de la navaja; dormirse con la espada de Damocles sobre la cabeza desde que se nace hasta que se muere, morir en las peores circunstancias, rociado de bencina e incinerado, degollado, acribillado a extremos nauseabundos, desmembrado con un hacha en presencia de alguno de tus seres queridos, ser hundido en un río con zapatos de hormigón, desangrarse “con la lengua puesta de corbata” previa traqueotomía ad hoc, o cosas por el estilo. No me explico cómo diantres puede existir gente capaz de tales extremos y seguir existiendo por vidas enteras. Se casan, forman familias, crían hijos, que pueden ser incluso un dechado de virtudes. Se esfuerzan, no se si efectivamente, por apartar a su hogar de las atrocidades infinitas y directamente proporcionales a la frialdad con que las cometen, y caminan por las calles en relativo control de sus actos. El tema de la honra es otro en esta cultura que aludo; es otro el parámetro del deber; sus labores tienen que ver con el “cuidado del negocio”, que es el de administrar el terror en los territorios que detentan, cobrando contribuciones vastas o llevaderas, a sus, podríamos decirlo, vecinos y clientes. Si sus “protegidos” pagan, pueden llevar la vida que quieran, al abrigo aparente de esta suerte de paraguas virtual de control y feudalismo anacrónico, del cual se abstraen en sus vidas y asumen sus costos y deberes, como si fuera otro tipo de sistema, del cual, como en el caso de la basura domiciliaria, se intentan olvidar de su disposición final, no queriendo saber más de la cuenta. Es como si el espacio, el tiempo y la realidad fueran otras. Es como si fueran distintas las cosas que uno ve; acaso cegado por la ilusión de la generosidad y la llamada honradez, de la que uno espera ser referente, acaso discreto, pero vigente, escépticamente separado y distante del mundo del crimen culturalmente consolidado, país con país, región con región, ciudad con ciudad y barrio con barrio.
Me imagino que el individuo criminal de este mundo al que aludo, el del crimen organizado mafioso o de otro tipo similar, ya sea irlandés, japonés, ruso, norteamericano, colombiano, turco, liberiano o ugandés, cuando ve una flor, es otra la belleza que percibe, pues otras debieran ser las resonancias que recoge del mundo que concibe; se ve con lo visto y vivido de antemano. Veo una puesta de sol con mi dedicación a mis labores de arquitecto, como otros, en la aludida vereda del frente, verán lo mismo con sus deberes de sicarios descuartizadores “serrucho en mano”. Pero sus gentilezas y modales perfectamente pueden superarnos; su carisma puede llevarlos a los más conspicuos círculos sociales, siendo ellos algo así como imanes a cuyo centro se converge en un juego de morbosidad generalizada. Alfonso Capone es un ejemplo conocido. Casi un juego social era reunirse con él o saludarlo en la calle; “que viva el bueno de Al” le gritaban, a sabiendas que mientras caminaba serenamente, sus obreros subordinados, mataban, torturaban, robaban, amenazaban con fines específicos, se inmiscuían en sindicatos, dirigían elecciones democráticas, financiaban y traficaban a mansalva, teniendo comprada a partes importantes de la policía, de la cual se servían, navegando en aguas transversales a su curso, con la maestría de un Capitán de la Marina Mercante en plena tormenta.
3
Mirada que considero de interés
La metáfora es acertada; la manera de navegar por el océano de la vida de este tipo de instituciones y personas, es la que corta las olas y arremete de frente al temporal, cuando uno, a diferencia evidente, se nutre de la misma cavidad oceánica, en paralela formación en relación a la ley que forma parte del baile y decurso de las olas, surfeando siempre la misma ; mecidos y cegados por una ilusión jugada que podríamos llamar “normalidad”. No vemos o no queremos ver a estos viajeros frecuentes, en plena tormenta, avanzando por encima o por debajo de nuestras cabezas, según sus leyes y referencias, hacia destinos distantes y desconocidos, pero siempre con fines bastante evidentes, como son el poder a cualquier precio, y por cierto que el mismísimo dinero en sí, al cual aludo al inicio de este escrito. Pero “nosotros” siempre en la misma ola, buscando el valle de la misma, sin visión nocturna ni distante percepción. Lo anterior porque no queremos romper la regla del lugar donde hemos plantado apuesta; ella es nuestro norte y a lo largo de ella nos desplazamos, aunque de hecho sabemos de su quiebre cotidiano, y somos acaso alimañas recónditas de pensamiento, sueño, ambición o vértigo. Formamos parte de la suerte de grupal resquicio de leve transgresión de la norma, que permite al mar, no obstante, ser en su ley de turbamiento y amenaza.
Entonces no necesariamente somos la luz de aquellas sombras a las que aludo, pues la vida de los hombres entreteje su trama, mezclando virtud con maledicencia, sin perjuicio de la labor o la faena salvadora de aquel que, no obstante su sino, sabe del trazo grueso que señal y redención confiere. No necesariamente salva el que da, ni condena el que quita, ya que no vive solo en este mundo, ni condice sus actos con la resultante del destino de todos los hombres sobre la faz de la Tierra.
Entonces quedamos estupefactos, atentos a cualquier señal extraña al respecto. Conozco personas que, al igual que mi abuelo, servían sus deudas, pero en lo extraño de sus mundos escondidos ejercían sorprendentes actividades, agregadas al hálito de normalidad, como se adhiere al casco del barco el liquen indeseable.
Entonces el telar de los hombres se desarrolla de un modo más rico en coordenadas, intersectadas en sus propias apuestas, tras una especie de convergencia de diversos y coordinados planos de urdimbre, que se entretejen con otros acometidos a diferente ángulo rector, quedando algunas hiladas convertidas en el trazo intersector de rumbos. Luego, nuestro aporte es siempre extraño y diverso, y sus sentidos son los del trazo general correspondiente a todas las intersecciones de planos de urdimbre, en este telar del hombre y su apuesta generalizada.
“El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”, a sabiendas de su potencial y probable desconocimiento del aporte final de su propia apuesta, dado su potencial general de aporte, en la convergencia de todos sus planos de acción y omisión que al respecto se puedan considerar; qué se yo; amor de padre, entrega en grado sumo sin interés, o a desmadre, administración de los tiempos ajenos para el propio beneficio de modo sutil y permanente; amabilidad extrema pero desidia pertinaz; belleza física agregada a la horripilante esencia que acaso se porta; servicio publico y acciones positivas llevadas a cabo en atención a una generatriz torcida que aporta sus beneficios mezquinos en la gran suma de tiempos destinados a la faena, a distracción de los que a conciencia se omiten y administran; buenas intensiones llevadas a cabo con una distraída negligencia; cuentas precisas llevadas a cabo para saber cuanto no dar; administración del talento para el propio beneficio, olvidando el servicio hacia la disciplina en sí; o, a la inversa, entrega heroica aparente a la vocación pura, en pos de olvidarse de las obligaciones irrenunciables con los más próximos; entregarse al trago culpando a la vida, o dejar todo vicio para restregarlo a los otros sin piedad, …
…y cosas así ¿no?.
4
“La Pulenta”
Debo reconocerles, que hace unos años no habría sido capaz de aludir a tales aspectos, por cuanto con el tiempo se va entendiendo todo esto; las sutilezas ganan la partida en la sociedad de los hombres. Ellas mandan, se suman al tren de los remanentes poderosos, dejando deltas de acción premeditadamente breves, como para no ser reconocidos, salvo por un “colega” canalla, que tan serio y responsable se siente como el perpetrador, y sin el cual seríamos nada más ni nada menos que los perfectos ahijados del mismísimo demonio.
Valga el desviado remate, que suma y equilibra a mis dos ámbitos aludidos; ingenuos el uno y el otro en definitiva en su presentación, la primera desde el cariño, y la segunda desde el Cine propiamente tal, pero en suma iluminadores ambos al parecer.
Que el que tenga tejado de vidrio, ponga oídos y sentidos.
Sería todo por hoy. Hasta pronto.
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(Filmografía Referencial: “El Padrino”, “El Padrino II”, “Good Felas”, “Cara cortada”, “Tiempos Violentos, “Los Infiltrados”
Currículum Vitae ad hoc: mis años de Director de Obras Municipales, con todas las ofrendas y regalos que tuve sobre la mesa y que “estúpidamente” rechacé, como viviendas llave en mano, automóviles cero kilómetros, sociedades jugosas, acciones retribuyentes, y cosas así, sin perjuicio de ser esporádicas, me imagino que no es la cantidad sino la instancia y el momento lo que implica el impacto en lo propio y lo ajeno)
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