[a Eugenia, mi esposa]
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jueves, 6 de septiembre de 2007
Pavarotti
Ni miel ni leño seco, pero ambos a la vez; como una suave estancia a la sombra de un árbol frondoso, a la vez de contemplar el eno tardío que se ventea, con la brisa de primavera, abajo, en el pequeño valle, mientras la sombra escampa en la mañana brumosa. Asciende el humo y desciende el frío. Pasa un ciclista silbando, transcurre una bandada de garzas migratorias, humea el pan y hierve la leche, en el cuarto tiznado por décadas de cocina y fragancia de hogar; hogar y miel, pasado y presente marea y nubes, barcaza y navío, deriva y gaviotas pesca y cosecha, en una sola voz pasajera y viril, más no por ello menos delicada, ya que vibraba en la conciencia esa extraña ambigüedad de tosquedad y dulzura, resonando cual abrigo de rompiente y tronadura, con la caricia del vino y la elegancia del boldo.
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Entrada publicada originalmente a las
9:13 a.m.
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