Las palabras son un arma de doble filo. Desconfía de ellas, al mismo tiempo que concentras toda tu atención y confianza en los hechos concretos, que las reafirman o desdicen en un sentido unívoco pues, las primeras, no tienen el genuino poder de hacer lo mismo con los segundos, a no ser que, con una repugnante retórica, se pretenda pervertir la realidad.
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