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domingo, 20 de junio de 2021

ARTE

El rol más importante que, a mi muy personal e individual parecer, puede desempeñar el arte, está en orientar las conexiones mentales y corporales en general de quien contempla, al modo cómo las partes de la obra se unen y ordenan. De tal modo la obra de arte es una orientadora de las personas; les muestra posibilidades, les invita a replicarlas de un modo transversalmente reconvertido y, en lo absoluto, figurado.
Todo lo contrario a replicar la profunda influencia que una obra de arte produce en las personas, es degustarla e imitarla. De tal modo, quien sólo es capaz de estas dos últimas alternativas, da cuenta de su auténtica capacidad, limitadísima, de apreciación estética.
Respecto del placer, que para muchos constituye lo más importante que provoca la contemplación de lo artístico, tengo sentimientos encontrados pues, por una parte, la referida sensación placentera da un directo y sencillo modo de acceder a los atributos originales de aquello creado, pero tal manera de ingresar restringe, inmensamente, la amplitud del rango de inspiración e influencia al que el espectador puede verse involucrado. En tal sentido, el puro y simple placer de contemplación del arte es una trampa, en cuanto sumerge a quien lo busca, prioritariamente, en un ámbito hedonista que lo atrapa, ciega y delimita dentro del rango de sus propias e intrínsecas posibilidades de una mera y pedestre autoconfirmación.

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